Borrar
Paul Preston, en su casa de Londres. IONE SAIZAR

Paul Preston: «España sigue siendo un país bastante conflictivo»

Paul Preston | Historiador ·

El prestigioso historiador, que ha presentado su último libro en el Aula de Cultura Diario LA RIOJA-UNIR, nota «síntomas» franquistas en la España actual

Jorge Alacid

Logroño

Martes, 13 de octubre 2020, 07:58

Comenta

Puede concluirse sin exageración que el historiador Paul Preston (Liverpool, 1946) ha consagrado su vida a edificar una suerte de biografía de la España contemporánea, a partir de sus estudios monográficos sobre distintas personalidades (Franco, el rey Juan Carlos) y desde una espléndida producción científica cuyo último hallazgo acaba de llegar a las librerías. En 'Un pueblo traicionado', Preston (en brillante traducción de Jordi Ainaud) indaga sobre la azarosa vida de la España finisecular, cuyas borrascosas vicisitudes llegan hasta nuestros días. El subtítulo de su volumen aclara toda duda: 'España de 1874 a nuestros días. Corrupción, incompetencia política y división social'. Unas palabras que valen como atinado retrato de la coyuntura actual, sobre la que reflexionará hoy martes en el Aula de Cultura de Diario LA RIOJA-UNIR. La intervención ha podido seguirse en directo a través de larioja.com y en la el canal de Youtube de la UNIR, desde las 19 horas.

– Luego de leer su libro, y parafraseando al Vargas Llosa de 'Conversaciones en la catedral', me pregunto cuándo fija usted la fecha en que se jodió España.

– Mi libro traza un arco temporal que empieza en 1874, pero el tipo de desastre estructural que se nota en todas las páginas viene incluso de antes; tiene muchísimo que ver con Cánovas. Su plan para recuperar al país de la decadencia fracasa en 1898, que es el año que se cita siempre para datar el desastre español, pero creo que eso hay que explicarlo mejor. Porque Cánovas, para restablecer a España como la gran potencia que había sido, miró a su alrededor y vio a la sazón que la potencia más grande del mundo era entonces Gran Bretaña. Ahí veía él una gran diferencia con España: la estabilidad política que había en Gran Bretaña.

– Por el bipartidismo.

– Efectivamente. Él quiso copiar ese esquema de dos grandes partidos, uno liberal y otro conservador. Pero la diferencia con Gran Bretaña es que Cánovas pensó que para que ese esquema funcionara en España se necesitaba la corrupción electoral, para evitar que los de abajo votasen a partidos que pusieran en marcha reformas peligrosas. El resultado es que el sistema no respondía a los problemas profundos que había en España; sólo resolvía los problemas inmediatos de las clases más favorecidas, las élites formadas por los terratenientes, que eran las que mandaban en ambos partidos. No sé hasta qué punto se puede decir que el desastre del 98 es el comienzo de los problemas. Yo creo que vienen de antes.

– Por ejemplo, ¿desde 1833? Usted lo cita como el año en que la clase política empieza a traicionar al pueblo español. Cuando se reforma el Estado con esa partición por provincias que más o menos llega hasta hoy. Y que en cierto sentido perpetúa los males del caciquismo o el clientelismo. ¿Sirve esa crítica para el actual Estado autonómico?

–No, no creo que la organización territorial de España, sus problemas actuales con las autonomías, tengan que ver con los desastres de entonces. Es más bien una cuestión cultural de largo alcance. Tiene una importancia superior lo que supuso la dictadura de Franco. Lo que usted plantea desde 1833 hasta hoy es un salto temporal de demasiados años, una subida donde habría que señalar muchos peldaños. Y por mi edad no soy un gran gimnasta. Me resisto a hacer ese salto (risas).

«Juan Carlos hizo unos sacrificios tremendos muchos años de su vida»

SOBRE EL REY EMÉRITO

– En su libro habla repetidamente de Cánovas y también de mi paisano, Sagasta. En términos no demasiado elogiosos. ¿Puede decir algo bueno de él?

– Bueno, es que ellos, tanto Cánovas como Sagasta, jugaban con las barajas que les habían dado. Su problema era que para solucionar todos los males de España se hubiera necesitado un Supermán. Aunque no creo que ninguno salga demasiado malparado del libro. Creo que hay críticas más feroces a otros mandatarios.

– Por ejemplo, hacia Franco, al que usted acaba de mencionar. ¿Le parece que España sigue sin enterrar la dictadura? ¿Cree que sufre desde entonces cierto complejo de inferioridad?

–No. En la España de después de Franco no reconozco ningún sentimiento de inferioridad. Desde entonces, ha protagonizado un avance histórico y ahora mismo es una de las economías principales de la Unión Europea, sin entrar en los problemas políticos que pueda tener. Pero sí estoy convencido de que existe un rastro del franquismo en la actualidad. Hay síntomas como todo lo que hace Vox, pero además hay otros síntomas más profundos: durante el franquismo se hizo un gran lavado de conciencia nacional a partir de la enorme represión que hubo durante la dictadura, aquel esfuerzo bélico para eliminar todo rastro de democracia, que obró sobre un país aterrorizado. Con un control absoluto de los medios de comunicación y la educación, a través de su gran aliado, la Iglesia. Eso fraguó dos o tres generaciones convencidas de que Franco había salvado a España y era algo grande. Cuando viene la democracia en 1977 no hay un contralavado de cerebro, es una democracia y se impone la libertad de pensamiento, pero los millones de partidarios de Franco siguieron pensando en esos mismos términos, atribuyendo todos los males a la democracia. Ellos sí que con Franco vivían mejor.

– Si Franco traicionó a su pueblo, ¿qué puede decir a propósito del rey Juan Carlos? Usted escribió una biografía sobre él en el 2013. ¿Necesita aquel libro una revisión crítica?

– Mi libro sobre el rey Juan Carlos tiene tres partes. La primera describe su niñez y adolescencia, vendido por su padre a la esclavitud que significaba el intento de que Franco lo formase a su imagen y semejanza. En la segunda parte, describo cómo sale de ese molde donde le había metido Franco y a base de coraje e inteligencia neutraliza al Ejército y al franquismo y actúa hasta el 'tejerazo' como el bombero de la democracia. Esa parte tampoco la cambiaría. Y desde el 'tejerazo', en la tercera parte del libro, hay una parte indiscutiblemente positiva: cómo contribuyó a fortalecer el Estado desde la neutralidad. España era y sigue siendo un país bastante conflictivo. Y esa neutralidad del jefe del Estado significó una contribución muy importante a la democracia. Pero también son los años en que empieza a ejercer como un embajador comercial de España, en contacto con los empresarios cuyos intereses favorecía. Así que si tuviera ahora que reescribir el libro, tendría que actualizarlo. Aunque teniendo en cuenta que algunas acusaciones que se le hacen están pendientes de ser probadas, otras están sub iudice... Yo soy un historiador político; me interesa el papel de los individuos dentro de un contexto. Alguna de las respuestas a esas preguntas las tiene que proporcionar más bien el periodismo de investigación.

– Se lo pregunto más directamente. ¿Traicionó el rey a su país?

– Eso es muy difícil de contestar. Vuelvo a lo que dije antes. Primero, porque su colosal contribución al despegue de España no se ha manchado. Y en la primera parte de aquel libro puede encontrarse explicación a algunos deslices que cometió a partir de mediados los años 80: no lo veo tanto como una traición al pueblo. ¿Quién ha perdido en España sus derechos a partir de algo que haya hecho Juan Carlos? Él hizo unos sacrificios tremendos en muchos años de su vida. Mi hipótesis es que debe haber pensado: 'Bueno, después de lo que he hecho hasta ahora, me toca algo para mí'. Pero esa acusación de traicionar al pueblo me parece exagerada.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja Paul Preston: «España sigue siendo un país bastante conflictivo»

Entrevista a Paul Preston: «España sigue siendo un país bastante conflictivo»