El concierto de clausura de la 21 Semana de Música Antigua reunía en Logroño a dos auténticos colosos de esta especialidad: Pedro Estevan, que es ... una figura icónica en el mundo de la percusión, objeto de veneración general, y Jordi Savall que es una de las más grandes personalidades musicales mundiales, con un legado musicológico y discográfico prácticamente insuperable, que abarca desde los primeros vagidos de la música medieval hasta adentrarse en el clasicismo de finales del siglo XVIII. El programa de este nuevo proyecto era auténtica 'droga dura' integrado exclusivamente por músicas medievales del siglo XIII desde la hispana y bereber hasta los lejanos sones de Armenia o Afganistán pasando por Italia, Francia, Bizancio o Turquía, resaltando la cercanía sonora de todas aquellas músicas y especulando con una proximidad cultural de aquellas civilizaciones que se me antoja más que dudosa.
Les decía, a propósito del concierto sefardí de la Capella des Ministrers, que, según nos vamos remontando en el tiempo y nos adentramos en el Medievo, la música se va despojando de sus vistosos ropajes y ornamentos a los que estamos más acostumbrados y muestra su desnudez y su pureza, la sencillez de sus recursos expresivos (simplemente melodía y ritmo), lo que muchas veces asusta al oyente de nuestros días. De ahí el título de esta crítica, porque es increíble que con un simple y humilde rabel, un pandero y unas músicas en apariencia monótonas nos tuvieran con la boca abierta durante hora y media a cientos de personas. Eso solo es posible con dos titanes de la música como son Jordi Savall y Pedro Estevan.
Savall supo desde el principio marcar el ritual de este tipo de conciertos: silencio, parsimonia, seriedad -quizá excesiva- y afinación paciente, para luego arrancar con un discurso musical preciosamente tejido desde la sabiduría y el amor y dedicación total a estas músicas. Las sencillas melodías, las alegres danzas, el increíble sabor de autenticidad con el que impregna cada nota que sale de su arco, te transporta inevitablemente en el tiempo y en el espacio. Sus bellísimos instrumentos antiguos y originales, el rabel, el pequeño rebec y el sorprendente rebab que iba tañendo alternativamente, formaban parte del atractivo de este concierto.
Pedro Estevan ha sido un gran asiduo de estas Semanas de Música Antigua integrado en diferentes grupos -y creo recordar que también en Sajazarra- y disfruta del cariño y admiración del público logroñés que literalmente le adora.
Aunque ha dulcificado su venerable figura con la coleta y la barba algo recortada, mantiene siempre la belleza y eficacia de su toque bien sea al tambor, al pandero o las panderetas, en las más variadas e increíbles formas. Combina con naturalidad los más intrincados ritmos, a veces simultáneos, con mágica precisión, convirtiéndose en un alter ego de Savall. Es el paradigma de lo que es la percusión antigua.
Yo desde luego, si estuviera en mi mano, les nombraría Grandes de España y del mundo (espero que no lo rechacen) porque gigantes como ellos, que hacen música de esta categoría, siempre serán de los míos y yo de los suyos. Con mi absoluta admiración y cariño.
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