No se quema a un navarro

Os gusta la carne bien quemadita. Sangrante o sin sangrar. Pero que sea a la brasa de un buenos palitos que tanto os sobran en las viñas que se reparten por La Rioja baja, la alta y la del medio (que es Logroño y sus villas cercanas incluida Viana solo en cuestión de vinos... no os vengáis arriba).

Que os va quemar cosas, vamos. Es así. Os viene de pura cepa. O de Barriocepo. Como llamáis a una de vuestras calles en Logroño. Esa zona que yo frecuentaba mucho con mis amigos riojanos hasta que me enteré de que allí encadenabais a los que luego la Santa Inquisición quemaba por ser malos cristianos. Y dejé de ir por su terrazas unas semanas en señal de dolor y respeto a la comunidad navarra asada a la brasa riojana. Y también, la verdad, porque cada vez que nos acercábamos no encontrábamos sitio. Que se pone hasta los topes.

Ya sabéis que los navarros defendemos a los de nuestra especie sean como sean, voten lo que voten, crean lo que crean, beban lo que beban. Somos una piña. O quizá, una endrina mejor.

Navarra no olvida. Y menos si nos quemáis. Porque eso hicisteis con las 18 personas de Zugarramurdi, bonita localidad fronteriza con nombre raro y lejos de narices para venir a este lado del Ebro. Pobres brujas forales...

He de decir que mola la plaquita que tenéis en Portales. Cada vez que viene un pamplonica a verme le enseño con orgullo como muestra de búsqueda de perdón y reconciliación. Y puede que sea cierto que os arrepentís de aquello. Yo os creo.

Sobre todo desde que ahora hacéis fiestas para conmemorar el asado navarro. Pero faltaba una buena brasa. Como acostumbráis. Unas chuletillas al sarmiento... Algo bueno para quemar y degustar. Como solo sabéis hacer.