Es machista y fue votado por millones de mujeres. Es racista y lo han votado muchos negros. Es clasista y lo han votado muchos pobres. ... Es xenófobo y lo han votado miles de inmigrantes, especialmente latinoamericanos, a los que despreció con insistencia chulesca. Es un mentiroso y dice que el dios de la verdad le salvó la vida para que él pueda salvar a los Estados Unidos. Es un rico ostentoso y ha sido votado por las rentas más bajas. Está condenado por 34 delitos, pero podrá nominar a los magistrados del Tribunal Supremo.
A Donald Trump lo votaron más de 72 millones de personas. Parece que a veces el pueblo no salva al pueblo, por usar esa consigna necia y manipuladora que la ultraderecha agita contra el Estado. Quizás el pueblo no tiene razón si la razón no tiene al pueblo. El pueblo, en todo caso, tiene razones. La razón es otra cosa.
Estados Unidos es una democracia defectuosa, con una Constitución casi intocable, una representación territorial desequilibrada y el único sistema democrático del mundo en el que los magistrados del Tribunal Supremo mantienen su cargo toda la vida. Y la democracia no se lleva bien ni con lo vitalicio ni con lo hereditario, características más propias de las oligarquías. Además, votar es una proeza porque resulta igual de difícil inscribirse que obtener información sobre cómo votar y, a causa de esa pesada carga de tradición que llevan a cuestas, se vota en un día laborable. El sistema de votación es obsoleto y decimonónico. Asimismo, la costumbre exige la condición de persona adinerada para poder convertirse en candidato presidencial. Y las campañas electorales se financian legalmente con donaciones poco legítimas conocidas como 'dinero oscuro'. De hecho, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, invirtió 75 millones de dólares en la campaña electoral de Trump. Se trata de otro rico histriónico y caprichoso al que un tribunal le permitió organizar una infantil y millonaria 'lotería' electoral. Así que el multimillonario fundador de Tesla y propietario de la red social X realizó un sorteo con el que pretendía regalar cada día un millón de dólares entre los votantes de los Estados indecisos que firmaran la petición de su comité de acción política. Como si la democracia fuese una suerte de lotería en la que siempre ganan los mismos.
No lo olviden aquellos que en el contexto de la tragedia de la terrible DANA señalaron a España como Estado fallido. Entre otros Juan Manuel de Prada, un escritor siempre excesivo por necesidad (o tal vez por necedad) quien afirmó que «España es un estado fallido gobernado por hijos de la grandísima puta», concluyendo con un rotundo «tendríamos que ahorcarlos».
Ojo con el trumpantojo. Erosionar intencionadamente las instituciones es el mejor caldo de cultivo del totalitarismo. Nada mejor para un engañador que una ciudadanía deseosa de ser engañada. Y cuidado con los que vienen a salvarnos, suelen ser aquellos que, a lo largo de la historia, no han hecho otra cosa que condenarnos.
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