El firmante desaparecido
Han pasado tantas cosas desde que PSOE y Podemos llegaron por fin a un acuerdo para que Concha Andreu fuera presidenta que corremos el riesgo ... de olvidarnos de lo que fue aquel extraño sainete y su aún más extraña evolución. Se nos ha puesto por delante una crisis mundial de la que no tenemos ni idea de cómo saldremos y, en comparación, aquellos días de primavera y verano en el Parlamento de La Rioja que tan serios nos parecían entonces son, eso, un sainetillo sin importancia.
Sobre todo viendo lo que ha pasado después con las protagonistas de aquel cuentecillo estival. Seguro que recuerdan aquellas semanas de estrellato de Raquel Romero en todas las televisiones y radios, poniendo en el mapa a la enrocada portavoz podemita que se negaba a dar su voto a la visiblemente desorientada líder socialista.
Pero el caso es que, después de unos cuantos improperios y alguna que otra fábula descabalgada, aquel pacto se firmó. Y un atento espectador de aquellos días (en los que Andreu llegó a pensar que la cosa acabaría en unas segundas elecciones) estaría tentado de decir «espérate tú lo que viene ahora». Si tanto había costado el «hágase», con Raquel Romero en el Gobierno con Consejería propia se podría pensar que más iba a costar el «desarróllese».
Pues no, oiga. Resulta que Romero se ha aposentado en una consejería decorativa sin presupuesto, en la que ha nombrado a un grupo de manchegos sin actividad pública conocida y a otro de riojanos a su conveniencia.
Resulta que Romero, pese a haber sido puesta por Madrid, no tiene ahora ningún predicamento en el entorno de Iglesias, y menos aún en la recién elegida mandaduría riojana. Pero es su consejera, y su diputada.
Resulta, pues, que aquella firmante que puso tan cara su rúbrica es ahora una consejera que está y cobra, pero de la que no se sabe apenas nada, que no representa a su partido ni a nivel local ni nacional, y de la que las noticias son escasas. Tuitea, eso sí. Y gestiona el 0,54% del presupuesto de la comunidad, con una nómina de una decena de altos cargos.
Contenta estaría Concha Andreu de la placidez con que había salido todo, si no fuera porque de nuevo los socialistas han caído en esa inveterada costumbre de la izquierda de provocar más bajas por el fuego amigo que por el enemigo.
Y así, el Gobierno no ha cumplido un año y ya está partido en dos, como empieza a parecer también el partido en toda La Rioja. Si ni siquiera las cuitas de una crisis como la que estamos puede evitar que esas costuras salten por los aires, es que el viento que sacude los visillos es demasiado fuerte.
O que las prioridades son muy otras.
Y eso, en estos tiempos en los que vivimos, sería francamente aterrador.
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