El obispo Santos Montoya, durante la bendición del primer mosto. Justo Rodríguez

Un pisado a cubierto y con cabezas cubiertas en el Sagasta

El Pisado de la Uva volvió a achicarse para caber en el patio del instituto y seguir cumpliendo con la tradición

Víctor Soto

Logroño

Domingo, 21 de septiembre 2025, 14:08

Menos mal que era domingo y que el Sagasta se abría para un acto no educativo, porque si no se monta gresca grande. Apareció la ... Virgen de Valvanera con su imagen inmutable y su 'outfit' románico de hace diez siglos. El manto que cubre su cabeza no resultó óbice para que pudiera presidir el acto. Tampoco la vendimiadora ni buena parte de las danzadoras del Grupo de Danzas de Logroño vieron limitado su acceso por portar mantilla o pañuelos que cubrían sus cabellos. Ni el obispo Santos Montoya tuvo que retirarse el solideo. Qué cosas, ¿no? La que somos capaces de montar los de Logroño por cuatro pelos. Cualquiera diría que no somos la típica ciudad de provincias que va unida, que trabaja de la mano y que alienta a su único equipo de fútbol. Pues eso.

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Que aquí somos muy de coger el rábano por las hojas y olvidarnos de lo importante, que esta mediodía pasaba por recordar la esencia de lo que nos une, que no es poco ni circunstancial. La ofrenda del mosto a la Virgen de Valvanera es el símbolo de una región cuya alma agraria sufre por el destino de su buque insignia: el vino. Compareció la presidenta del Consejo Regulador, Raquel Pérez, con un traje chaqueta morado, guiño a un sector que ahora, además de guiños, necesita estabilidad, precios justos y futuro. Que no han sobrado muchos racimos este año para poder ofrecerle a la patrona.

Fue una de las pocas notas de color en el patio del Sagasta, además de la chaqueta roja, el pañuelo festivo-palestino del concejal Iván Reinares, los ya tradicionales trajes regionales que portaron Rubén Antoñanzas, Francisco Iglesias y Mikel González de Legarra o la presencia de un peñista con su blusa azul.

Estilismo sobrio para un acto que deja poco margen a la imaginación y a la creatividad por su naturaleza encorsetada. Primero llamada a concejo, procesión y misa, esta prolongada más allá de lo previsto, que ya se sabe con un sacerdote (u obispo) con el 'no hay billetes' en la taquilla tiende a venirse arriba.

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La lluvia, que no hizo acto de aparición, obligó a tirar del Sagasta Y en el patio se consiguió un hito que debería estudiarse en la asignatura de climatización: dentro hacía mucho más frío que fuera, así que el refugio climático se convirtió en una pequeña nevera (a ver cuando le llegue a la Consejería la factura eléctrica de septiembre cómo justifican este subidón).

Lo demás entró dentro de lo previsible, pero con los espacios mucho más acotados. Brilló el Grupo de Danzas con un mix extraído del folklore de San Vicente, San Asensio, Sorzano y Mansilla (el escenario les obliga a ajustar los pasos o asomarse al abismo) y hubo emoción en las jotas con timbre de mujer cantadas por Alba Iruzubieta, Claudia Rodríguez, Rocío García, Blanca Fernández, Celia Fernández y Dunia Villoslada.

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Además, contra el pronóstico inicial (los agoreros hablaban de dos horas, los optimistas de hora y media) el acto se resolvió en una horita clavada antes de sacar a la virgen en procesión y dar por concluido el pisado y la ofrenda. Posteriormente, ya en petit comité, los invitados se quedaron a hacerse fotos en el estrado aunque ya sin la patrona y con un sol radiante. El año que viene igual hay que arriesgar un poquito más, llevarle huevos a las Clarisas o llamar a José Calvo, de Meteosojuela, para que El Espolón y la gente vuelvan a ser protagonistas.

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