Varios vecinos observan la torre de la iglesia de Nuestra Señora la Blanca, de Agoncillo, en 2019. En el detalle, un balón incrustrado en el espacio entre la iglesia y la torre. Justo Rodríguez

Torres que no quieren emular a la de Viguera

Estructuras similares a la que el domingo colapsó han sido recientemente objeto de obras y en otras, como la de Agoncillo, la vigilancia es continua debido a una inclinación que crece año tras año

Iñaki García

Logroño

Jueves, 27 de febrero 2025, 07:30

Las torres de la iglesias son objeto de muchas miradas. Destacan por su altura y suelen ser los elementos que, visualmente, más captan la atención ... de las iglesias o templos. Por eso, cuando ocurre algo similar al derrumbe del pasado domingo en Viguera, las imágenes resultan especialmente impactantes y llevan a preguntarse si algo similar podría suceder en alguna otra localidad riojana.

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La respuesta no puede ser en ningún caso rotunda, pero sí que la prevención ha de jugar un papel fundamental. Por ello, las obras de rehabilitación o consolidación en esos elementos arquitectónicos resultan continuas. Y en La Rioja hay múltiples ejemplos de ello. En enero de 2024, por ejemplo, finalizaron unas actuaciones en la torre de Santiago de Calahorra tras varios y preocupantes desprendimientos y en 2021 la torre de la iglesia de Santo Tomás, de Arnedo, fue restaurada al sufrir «un preocupante deterioro».

Las noticias similares se repiten cada poco tiempo. Sin ir más lejos, la torre del Monasterio de Yuso está ahora en obras con el fin de reforzar su estructura, aquejada por la humedad, mientras que la torre exenta de Santo Domingo se sometió en 2019 a unas obras de emergencia tras varios desprendimientos. Los ejemplos (estos y muchos más) se reparten, por lo tanto, por toda la geografía de la región y la vigilancia es continua. Más todavía si se dan circunstancias llamativas como las que se registran en Agoncillo.

Allí se asienta la iglesia de Nuestra Señora la Blanca y, pegada a ella, se levanta una torre que no está recta, sino que presenta una apreciable inclinación. No en vano, los estudios dicen que se inclina al ritmo de un milímetro al año. Por eso, en ese templo la atención se antoja esencial, tal y como destaca la alcaldesa del municipio, Encarnación Fuertes. «Cada cuatro o cinco años viene una empresa de Bilbao y va midiendo la inclinación y el peligro de que se caiga o no», explica la responsable del Consistorio. «En principio, está controlado y no hay peligro inminente de que se caiga», tranquiliza a sus vecinos.

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Fuertes expone que la base del problema se halla en el asentamiento. «No es bueno porque justo por debajo pasa el río y eso hace que la mampostería se esté erosionando más rápido por la humedad», apunta la alcaldesa. «Pero está controlado», reitera haciendo referencia a los estudios periódicos que realiza el Laboratorio de Documentación Geométrica del Patrimonio de la Universidad del País Vasco.

Incendios

Más allá de los derrumbes como el de Viguera, o como el que sufrió un tramo de escaleras en Luezas en 2005, las torres de las iglesias riojanas han sido, en varias ocasiones, pasto del fuego. En el siglo XV, por ejemplo, la por entonces torre románica de la catedral de Santo Domingo cayó por culpa de un incendio; y, en 1980, mientras, un cohete lanzado en las fiestas del árbol destruyó el chapitel de la iglesia de Fuenmayor, del siglo XVI.

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Incendios en las torres de la iglesia de Fuenmayor y la colegiata de Alfaro.

Ya en este siglo, en julio de 2006, Alfaro registró una fuerte tormenta y un rayo fue a parar a la torre norte de la colegiata de San Miguel, santo y seña de la localidad riojabajeña. El chapital quedó totalmente calcinado y fue sustituido por otro, que se instaló meses más tarde, en marzo de 2007.

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