El sacrificio con ilusión de los yayos
Los abuelos son una ayuda imprescindible en verano para los padres que trabajan | Varios mayores riojanos aseguran que cuidar de sus nietos no les supone «una carga», sino que les aporta «alegría» y les permite vivir «una segunda juventud»
Aunque hace algún tiempo que dejó atrás la niñez, José Antonio Alcolea está a la última en juegos y personajes infantiles. De hecho, son ... varias las aventuras de Filippo que podría contar. «Hemos estado unos días en Peñíscola e íbamos todas las tardes a verlo al paseo marítimo», relata este jubilado de Logroño acerca de una marioneta que allí despierta una expectación semejante «a nuestro Gorgorito».
A José Antonio las historias de títeres no le resultan lejanas, ya que como otros mayores riojanos se ocupa durante el verano del cuidado de su nieto. Los abuelos constituyen un apoyo imprescindible durante todo el año para muchas familias, pero en vacaciones su ayuda se vuelve aún más necesaria porque bastantes padres tienen dificultades para compatibilizar su trabajo con la atención a los hijos, una vez que ya no hay colegio.
Así que José Antonio admite que se queda «sin vacaciones», para añadir a renglón seguido que está «encantado de ayudar a mi hija con el niño». Junto a su mujer Josefina, le dan de comer, le cuentan cuentos, le enseñan a leer y lo llevan a ver las vías del tren, la gran pasión del pequeño Iván Dorado (5 años).
Los expertos abogan por que este apoyo constituya un «recurso excepcional» y «no una obligación»
«Es muy bueno, no da guerra; así que, cuando no lo tenemos, lo echamos en falta», reconoce José Antonio. Si aprieta el calor, cogen toalla y bañador y se marchan a las piscinas de Las Norias, donde se juntan con más amiguitos: Nico y Noa Pietroforte, Sandra Virumbrales y Naia Plaza. «Estar con el nieto nos rejuvenece», confiesa este abuelo.
En la zona de las fuentes, Gabriel González no le quita ojo a la pequeña Yaiza González (3 años), que corretea de un chorro a otro. «Le acabo de dar la merienda», declara el mayor. Se le ve ocupado, pero de lo más entretenido. «Cuidar de mi nieta no me supone una carga; al contrario, se me pasa el tiempo volando», sostiene.
Y es que con la niña, este camarero jubilado ha dispuesto nuevas rutinas. «Por las mañanas la llevo al parque para que juegue con más niños», detalla. Allí Gabriel se topa con otros abuelos que, como él, durante el periodo estival aún se deben ocupar más de sus nietos. «Yo también he hecho amigos», señala. «Todos estamos súper contentos con nuestros chiquillos», asegura.
Y es que, como destaca su esposa Elvira, «nos dan vida». «Con mi nieta estoy disfrutando de una segunda juventud», continúa Gabriel, quien resalta que «estoy gozando con ella lo que no pude con mis dos hijos por el trabajo».
Fenómeno social
El que los yayos asuman el cuidado de los más pequeños durante el verano es para el director del Área de Ciencias Sociales del IER, Enrique Ramalle, «a lo que nos ha conducido la evolución de la sociedad». «Hoy en día tanto la madre como el padre trabajan y los hijos tienen que estar al cargo de alguien en verano. Ante esto, normalmente los abuelos son los que están más a mano», contextualiza. Ramalle subraya que esta práctica «resulta positiva cuando se trata de un recurso excepcional».
«Las riendas de la educación del hijo las tienen que tomar los padres. El papel de los abuelos debe limitarse a representar un apoyo», remarca.
Un punto en el que también coincide la jefa de Geriatría del Hospital San Pedro, Ana Fernández-Torija. «No se puede tomar por norma u obligación que los abuelos se encarguen de sus nietos durante las largas vacaciones de verano», insiste la especialista. Y es que, «a pesar de los grandes beneficios que tiene la relación abuelos-nietos en numerosos aspectos (afectivos, culturales, sociales...), esta relación de cuidados debería planificarse con antelación con los padres, delimitando el rol de cada parte (padres y abuelos) y siempre dejando claro que no suponga una obligación», apunta. En este sentido, Fernández-Torija enfatiza que no hay que olvidar que «los abuelos también necesitan su tiempo de descanso y vacaciones».
Aunque sean muchos los mayores a los que no les importe 'sacrificar' ese asueto. «Yo disfruto del verano con ellos», afirma Marisantos Flaño. Esta sorzanera redobla durante las vacaciones las horas de atención a sus nietos: Daniel (11 años) y Asier Vázquez (8). «Ellos viven en Entrena; pero en verano, como sus padres trabajan, están conmigo en Sorzano entre semana», precisa.
En esta localidad disfrutan de «la libertad y la tranquilidad» que ofrecen los pequeños pueblos de La Rioja. Además Marisantos aprovecha para inculcarles el amor por las raíces. Así, les transmite las tradiciones sorzaneras, los lleva al Belén Mecánico o suben juntos a la ermita de la Virgen del Roble. «Desde chiquitines han estado conmigo y les tira Sorzano», comenta. Al igual que ellos, hay más niños que en estas fechas regresan al pueblo de sus orígenes para pasar las vacaciones. «Vienen chavales que viven en Madrid o el País Vasco y, aunque sean de edades diferentes, todos se juntan en cuadrilla y aprenden los unos de los otros», expone.
Durante estas semanas con Daniel y Asier, Marisantos siente que «rejuvenece». «Los críos te dan una alegría que hace que veas las cosas de otra manera», asevera. Por eso, esta vecina de Sorzano tiene claro que «hay que aprovechar mientras son pequeños para disfrutar de ellos porque enseguida crecen».
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