La prolongada escasez de lluvias seca el monte y anticipa un verano de alta peligrosidad

Mayo puede relajar el estrés hídrico o definitivamente condenar a La Rioja a un verano extremadamente seco. Las esperanzas están puestas en los próximos días y en unas precipitaciones anunciadas sobre las que no se quiere cantar victoria. En los dos últimos fines de semana también se esperaban pero pasaron de largo. Los recursos de prevención y lucha contra incendios de la comunidad permanecen muy pendientes del cielo mientras analizan los comportamientos de los fuegos de estos días. «El runrún es que se viene un verano muy malo», señala Luis Berrueco, jefe de sección de Protección Forestal de la Consejería de Sostenibilidad, mientras puntualiza por una parte que «va a depender de si en mayo se recuperan las precipitaciones», y por otra que «pese a ello, el déficit hídrico de este año no lo evita nada».

Por el momento, todo ese combustible que da a los incendios capacidad de nacimiento, expansión y velocidad, está seco. «Normalmente, en esta época húmeda surgía el verde nuevo, que mantenía la situación en un riesgo bajo, pero ahora muchos bosques tienen a sus pies más material potencial, se sigue acumulando combustible seco», explica Luis Berrueco. Precisamente, los retenes forestales trabajan a lo largo del año en eliminar parte de ese material inflamable, con fajas auxiliares o desbroces, especialmente en puntos críticos.

Comenta Berrueco que de producirse hoy un incendio de trascendencia «podría comportarse de una forma rara para tratarse del mes de mayo», y es que «contamos con riesgos que no tenemos habitualmente a estas alturas por unas temperaturas y precipitaciones anómalas». Pese a todo, recuerda que La Rioja cuenta con unas condiciones naturales mucho mejores a la hora de afrontar los incendios que otras zonas del sur del país, donde las temperaturas no dan ninguna tregua.

A nivel nacional, el Gobierno ha adelantado la campaña contra incendios y la constitución del Comité Estatal de Coordinación y Dirección. La Rioja, por su parte, también ha anticipado al 1 de julio la época de alto riesgo. Eso implicará adelantar el refuerzo de recursos humanos y técnicos, como torretas de vigilancia o vehículos de apoyo. Sin embargo, a la espera de anhelados aguaceros, se baraja adelantar la incorporación de algunos de estos refuerzos a junio. «Cada vez más, el riesgo es un concepto atemporal», subraya Berrueco, recalcando que la gran parte del operativo riojano es permanente, contando en su máximo despliegue con 140 operarios en 15 retenes, 80 agentes forestales, 1 cuadrilla de acción rápida, 15 torretas de vigilancia y numerosos vehículos de apoyo.

El trabajo no para, y más allá de las tareas rutinarias de prevención y el momento de actuar en un incendio, para los bomberos forestales riojanos resulta clave la formación, como la que ayer recibieron los retenes de Torrecilla y Santurde en la base de Agoncillo, en un entrenamiento que se desarrolló sin emplear agua, con motivo de la sequía.

Además, ante el riesgo ya certificado de los incendios de pelusas, desde Sostenibilidad se está instando a precintar asadores situados en zonas de ribera que no cumplan con las condiciones de seguridad requeridas, como que estén cerrados en tres cuartas partes o tengan suelo no inflamable. En las últimas semanas también se han suspendido en varias ocasiones las quemas de restos agrícolas por la peligrosidad del viento y las altas temperaturas. Todas las precauciones suman en un árido 2023 que espera próximas lluvias como agua de mayo.