Prehistoria
Cuando Francisco Ocón, secretario general del PSOE en La Rioja, convocó una rueda de prensa para hacer balance de los dos primeros años de legislatura, ... pegué un respingo y dije:
- ¡Madre mía! ¡Dos años!
No parece que fue ayer.
Miro las fotos de aquellas jornadas y creo estar contemplando un tiempo remotísimo, casi lindante con la prehistoria, un tiempo de abrazos, de besos y de apretones de manos, un tiempo risueño y promisorio. Veo un PSOE exultante -Ocón y Andreu achuchándose jovialmente- y un PP deprimido, con Ceniceros y compañía noqueados, lamiéndose las heridas, sin saber muy bien por dónde les daba el aire. Veo a los de Podemos y a los de Izquierda Unida haciéndose fotografías juntos con el puño en alto, la famélica legión por fin puesta en pie, minutos antes de empezar a insultarse entre ellos con denuedo y rabia, recuperando la venerable tradición cainita que tan afanosamente cultivan desde los tiempos de Marx y Bakunin. Veo a Raquel Romero diciendo que sí, que ella no iba a impedir un gobierno de la izquierda, horas antes de que descendieran sobre nosotros los manchegos errantes en sus platillos volantes a decirle que no, Raquel, tía, que tu voto vale al menos una Consejería de fantasía con un espléndido laberinto de despachos, observatorios y altas direcciones.
Era todo tan nuevo y los problemas tan viejos: la industrialización, la despoblación, las infraestructuras. Los problemas de siempre; nuestros viejos amigos los problemas de siempre.
Mira uno las fotografías de aquellas jornadas primaverales y siente el deseo de avisar a gritos a sus protagonistas, como cuando se ve por segunda vez una película de miedo y el espectador ya sabe dónde están los sustos. No me canso de contemplar la fotografía de Concha Andreu sonriendo en la plaza del Mercado con esa rotunda felicidad calagurritana, inocente y expansiva, tal vez meditando sobre su futuro Gobierno (¿acaso pensando ya en cómo quitarse de en medio a Ocón?), sin sospechar que en ese mismo instante, en una lejana ciudad de China, un murciélago está durmiendo en una cueva con un bichito dentro.
Han pasado dos años desde entonces y ningún balance es posible, más allá de actualizar la cuenta de los muertos y la estadística de los negocios quebrados. Como ni siquiera el coronavirus ha sido capaz de sofocar las luchas por el poder en el PSOE, Concha Andreu aprovechó un descanso de la pandemia para cargarse a Ocón y desde entonces da la impresión de que los dos contendientes se han quedado suspendidos en el aire en plenas patadas voladoras a la espera de que alguien aseste a su rival el golpe definitivo. Llevan así más de diez meses, congelados, atrapados en esa escena, hieráticos y calculadores como serpientes que aguardan el momento propicio para picar. Ni los partidos de Oliver y Benji duraban tanto.
Han pasado solo dos años pero han sucedido tantas cosas y tan impredecibles que todos los análisis se vuelven inevitablemente barrocos y superfluos. Veremos qué pasa ahora.
Miedo me da.
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