«Duele ver cómo sufren los tuyos y que el mundo no pare el genocidio»
Alicia K. es una palestina más aunque nunca haya pisado su tierra. «Mi padre se vino con 18 años a España buscando salir de una situación que ya entonces era insoportable», explica esta estudiante de Química de la UR que tiene y siente raíces en Belén. Unos orígenes que siempre ha querido conocer en persona «pero que la inseguridad constante ha hecho imposible visitar».
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Lo saben bien los cinco hermanos mayores de su padre que también se vieron forzados a marchar y, especialmente, sus abuelos. «El ejército israelí ocupó la casa donde vivían y los encerró en un cuartito del que no les dejaron salir durante una semana», recuerda. «Eso ya fue insoportable, pero es que cuando los soldados se marcharon dispararon ráfagas de metralleta y una bala pasó a centímetros de la cara de mi abuelo, que estaba viendo la tele sentado en el sofá». Aquella fue la gota que colmó el vaso de la desesperanza y les empujó en el 2005 a abandonar una tierra por la que Alicia padece a diario.
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«Duele ver cómo sufren los tuyos, y también que el mundo no haga nada por parar el genocidio», confiesa junto a los acampados en la UR y a quienes agradece el gesto. «Es emocionante ver tanta solidaridad», dice convencida de que «no es necesario tener familia en Palestina como es mi caso para sentirse concernido con el drama que se vive allá, para empatizar con lo que está sucediendo y, sobre todo, para protestar y exigir que la comunidad internacional actúe».
Visibilizar la violencia que está ejerciendo Israel es a su juicio otras de las razones que dan sentido a las movilizaciones, que pasan también en una informarse como ella lo hace: a través de las redes sociales de testigos directos. «Compartir entre amigos y compañeros es parte también de la lucha», advierte.
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