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Los 'parientes' gitanos del empresario, a los que les proporcionó su apellido

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Lunes, 20 de noviembre 2017

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El camerano Manuel Agustín Heredia no sólo fue uno de los hombres de negocios más insignes de la historia de Málaga, sino que también actuó como benefactor en dicha ciudad. Desde el siglo XIX hasta nuestros días ha saltado de generación en generación la afirmación «yo soy pariente de don Manuel Agustín Heredia» entre muchos malagueños gitanos con ese apellido.

Para entender el curioso vínculo familiar que algunos calés insisten en mantener con el industrial riojano hay que retroceder a 1833, cuando Heredia fundó en Málaga capital la fábrica La Constancia, dedicada a la ferrería. En ella encontraron trabajo cientos de malagueños –algunas fuentes hablan de hasta 2.500–, y muchos de ellos pertenecían a la etnia gitana.

El camerano se mostró convencido de que el éxito de la fábrica estribaba en el adiestramiento de sus trabajadores en las técnicas de laminación del hierro, por lo que se propuso enviar a un nutrido grupo de empleados calés para que adquirieran esos conocimientos y posteriormente los aplicaran en La Constancia.

Sin embargo, estos carecían de papeles y, por tanto, no podían viajar. En vista de esto, el empresario les preparó la documentación y les proporcionó a cada uno de ellos su propio apellido. De este modo, cientos de nuevos ‘Heredia’ viajaron al extranjero para formarse asimilando el apellido del patrón y, con ese gesto, sus hijos y sus descendientes.

Esta razón está documentada, aunque a la afirmación popular la rodean algunas sombras de dudas. No obstante, las crónicas de la época constatan que el industrial prestó su apellido como medio de asentamiento y socialización de sus empleados gitanos necesitados de papeles. De ahí que, aún hoy, muchos digan en la ciudad andaluza que son ‘parientes’ de don Manuel Agustín.

En cualquier caso, fueron los de su sangre los que recibieron su impresionante legado. Él y su mujer Isabel redactaron el testamento en 1846. Un año más tarde, a la muerte del industrial, se hizo inventario y se descubrió que su fortuna era prodigiosa. Los albaceas anotaron, entre otras muchas propiedades, un capital de más de 60 millones de reales, además de una imponente flota de barcos que superaba la docena. Aquella gran herencia fue a parar a sus hijos, doce aunque cinco murieron en la niñez.

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