Manuel Gutiérrez Aragón
Tras cerrar el curso del Aula de Cultura de Diario LA RIOJA, el autor de 'Vida y maravillas' participó este martes en un encuentro con suscriptores del periódico
«El cine fue testigo pero también agente de los cambios en España. Contribuyó a traer la Democracia. En los años de la Transición el cine era algo más, había una gran complicidad entre público y cine, pero eso ya es cosa perdida». Lo dice sin aparentar nostalgia, pero quizás sí algo de desencanto, el cineasta, escritor y académico cántabro Manuel Gutiérrez Aragón. El lunes cerró en Logroño el curso del Aula de Cultura de Diario LA RIOJA con su libro de memorias 'Vida y maravillas' (Anagrama, 2024) y ayer martes participó en un encuentro con suscriptores del periódico. En ambos casos habló como testigo de un tiempo pasado pero también como sujeto activo de «un cine que se adelantó al cambio político».
Autor de películas memorables –de aquellas que efectivamente eran «más que simples películas»– como 'Habla, mudita' (1973) y guionista de otras como 'Las largas vacaciones del 36' (1976), Gutiérrez Aragón es uno de los que contribuyó a cambiar el cine español y, a través de él, a transformar una sociedad que confiaba en esos referentes culturales.
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«Pero esa complicidad –afirma– se perdió tras las protestas contra la Guerra del Golfo [2003] y después del Gobierno de Aznar, cuando empezó a cundir una opinión pública en contra de lo que llamaban cineastas subvencionados, los de la ceja. Ahora la situación está más normalizada».
De cuestiones así habló con los lectores. Luis San Juan, miembro de REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria), se interesó por «la labor social del cine de entonces» o, en el extremo opuesto, por el destape. «Cuando cayó la censura –contestó Gutiérrez Aragón– pensamos que la gente querría ver películas antinazis y antifranquistas, pero lo que la gente quería era pasarlo bien. El destape era un poco miserable, expresión únicamente del deseo masculino, algo penoso y muy cutre, pero mostraba un poco lo que había».
En el encuentro hubo también una maestra jubilada y un futuro estudiante de comunicación audiovisual, Aurora Hierro y Diego Becerra respectivamente, este último acompañado por Ignacio, su padre. Con la primera recordó con añoranza aquel cine «comprometido», el que podía verse en cineclubes como el del riojano Eduardo Gil de Muro, en contraposición a un tipo de cine «más complaciente que ahora busca mucha gente». Al segundo le animó a encontrar el camino en un mundillo «cada vez más raro». «Por ejemplo –señaló–, ahora los guionistas están muy solicitados pero también muy especializados: hay unos que son solo dialoguistas, otros a los que se les encarga una parte de la historia y, en todo caso, la película la termina el director».
Con Teresa Briones, asesora fiscal, reflexionó sobre cómo sus estudios de Filosofía y Letras ayudaron a forjar su estilo narrativo, aunque se mostró mas reacio a reconocer que su oficio hubiera pesado en su modo de pensar. «El fenómeno actual más relevante –afirmó por otro lado– es la aparición de mujeres cineastas. Hay discriminación positiva, que no gusta a nadie, pero ha funcionado y gracias a ello hoy hay una visión nueva en el cine».
Por último, su colaborador José Santiago Álvarez de Eulate, mencionó la reciente serie de RTVE 'La conquista de la Democracia', de la que Gutiérrez Aragón ha dirigido el episodio final, 'El resurgir de la esperanza'. ¿Qué queda en él de ese sentimiento después de cinco décadas? «En realidad nunca tuve demasiada esperanza», fue su respuesta algo evasiva. Pero en dos cosas sí se reafirma este imprescindible de nuestra cultura reciente: el cine, en sala, y el periódico, en papel.