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El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
«Es obligación del novelista evitar el olvido interesado de lo más incómodo del pasado»

«Es obligación del novelista evitar el olvido interesado de lo más incómodo del pasado»

El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez conjura en 'La forma de las ruinas' sus demonios y los de su país, lastrado aún por la violencia y el narcoterror

Miguel Lorenci

Domingo, 7 de febrero 2016, 08:15

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Dos magnicidios marcaron a fuego la reciente historia de Colombia. El del general Rafael Uribe en 1914, modelo de García Márquez para Aureliano Buendía en 'Cien años de soledad', y el del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, cuyo asesinato en 1948 fracturó al país y abrió una era de violencia que dejó 300.000 muertos. Son el motor de la 'La forma de la ruinas' (Alfaguara), novela con la que Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) conjura demonio personales y colectivos.

Aborda la tragedia de Colombia ¿en su novela más autobiográfica?

En el 2005 recibí de manos de un eminente médico colombiano una vértebra de Eliécer Gaitán y una parte del cráneo de Uribe. Tener en las manos reliquias de tan ilustres víctimas de la violencia en mi país me marcó de forma determinante. Coincidió con el nacimiento de mis hijas y fue el detonante del libro. Me pregunté cómo heredarán mis hijas esa violencia y cómo la heredé yo. Necesitaba narrarlo desde mi propia biografía, como una suerte exorcismo de mis miedos y mis demonios en relación con el pasado colombiano.

¿Novelar para hacer historia?

Novelar para reproducir lo que ya sabemos no tiene ningún sentido. Hay cosas que sólo la novela puede contar. La novela debe ir donde la historia y periodismo no pueden llegar. Al territorio de nuestras emociones más íntimas. Es el que exploró a través del impacto de la historia, la política, las obsesiones y las tragedias.

En el caso de Colombia, con zonas muy oscuras.

Cada país tiene sus esqueletos en el armario. Espacios de penumbra cuya explicación es insuficiente o directamente mentirosa. Esos lugares conflictivos del pasado son el eje de 'La forma de la ruinas'. Sobre los asesinatos de Uribe y Gaitán los colombianos solo acordamos que no sabemos la verdad. Cuando la versión oficial es incompleta o mentirosa, contamos historias para remediarlo.

¿Como el asesinato de Kennedy en EE UU y el 11-M en España?

Sí. La novela explora cómo nos enfrentamos a los misterios de nuestro pasado. Y a menudo es a través de teorías de la conspiración. Como si necesitáramos una explicación coherente que ordene el caos de la historia. Y cada país tiene la suya. Para entender el pasado necesitamos contarlo. Y cuando las historias son incompletas las suplimos con nuestros traumas, paranoias miedos y preguntas. Eso son las teorías de la conspiración qué inventamos para explicar el mundo y que veces también son novela. Son dos caras de la misma moneda.

Para pasar página ¿es necesario hacer memoria?

David Rieff sostiene que recordar demasiado puede ser dañino para un país. Que mantener vivas las heridas puede conducir a otro conflicto. Yo creo lo contrario. Es obligación del novelista evitar el olvido interesado y recordar los momentos más conflictivos e incómodos del pasado. Es la única manera de seguir adelante. Carlos Fuentes decía que no hay futuro vivo con un pasado muerto. Se refería a la necesidad de recordar, de no olvidar ciertas cosas importantes por incómodas que nos resulten, como única manera de cerrar heridas, y lograr algo que se parezca a la reconciliación para respirar hacia el futuro como países y como individuos.

No teniendo género, su novela participa de muchos.

La única manera que tenía de contar esta historia era recurrir a las potentes herramientas que ofrece la novela, que permite mezclar estrategias, voces y subgéneros. No es de denuncia ni sociológica, y es psicológica, histórica y policíaca. Avanza sobre un puñado de investigaciones criminales. Esa mezcla de registros es una de las maravillosas herencias de Cervantes, el primero en hacerlo. Por eso tengo una fe ciega en la capacidad de la novela para ayudarnos a comprender el mundo.

¿La memoria del narcoterrorismo aún lastra Colombia?

Sí. Más de veinte años después de la muerte de Pablo Escobar seguimos facturando novelas, documentales, películas y reportajes sobre la guerra terrible y cruel que declaró al país y a sus ciudadanos. No hemos llegado al fondo de lo que ocurrió en aquella década. No tenemos las respuestas y hacemos preguntas a través de los relatos. Su mundo aún sigue muy vigente.

Legalizar las drogas ¿beneficiaría a su país y al mundo?

Sí. Estoy absolutamente convencido. Las drogas son un negocio fabuloso por ser ilegal. La ilegalidad genera crimen, corrupción y desequilibra las democracias. Si se legalizan, los cárteles y las mafias perderán su enorme poder y su dinero. Dejarán de existir. Se vio con la ley seca en Estados Unidos.

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