El cura de Agoncillo denuncia que los jóvenes del pueblo arrojan huevos a la casa parroquial
José Manuel Calvo Bea, convaleciente de una operación, sufrió en la noche del pasado sábado el último de estos actos vandálicos que, asegura, lleva sufriendo siete años
«¿Energúmenos o personas?». Esta es la pregunta que se ha hecho José Manuel Calvo Bea, párroco de Agoncillo y Arrúbal, en las redes sociales al denunciar que el pasado fin de semana unos jóvenes le lanzaron huevos a su balcón de la casa parroquial. Y no parece ser la primera vez porque, se queja el sacerdote, «por enésima vez tengo que sufrir las faltas de respeto, la insolidaridad y los delitos de unos energúmenos (jóvenes entre 11 y 15 años) que han lanzado la pasada noche, de nuevo, huevos contra mi balcón». Para colmo, el párroco se encuentra convaleciente de una operación de rodilla, razón por la cual las misas se han suspendido en el pueblo hasta junio.
José Manuel Calvo Bea ha querido dar trascendencia a este hecho porque, asegura, «estos energúmenos son culpables porque durante estos últimos siete años de estancia en Agoncillo sufro una tras otra faltas de respeto y dignidad» y apunta no solo a los jóvenes como culpables, «también sus padres, y lo son bien porque no ponen remedio a las fechorías de sus hijos» y, algunos, incluso, afirma que «los animan, eso lo sé a ciencia cierta». El párroco de Agoncillo y Arrúbal cuenta que estos actos vandálicos se producen a menudo los fines de semana o en las vacaciones de verano, por lo que culpa no tanto a los vecinos del pueblo («que sí participan», indica), sino a «los que bajan de Logroño». «Esto es así porque estas cosas no suceden cuando ellos no están», aclara Calvo Bea, y reconoce: «Me duele fuertemente que año tras año, verano tras verano, sufra de estos delitos contra la propiedad y contra mi persona. Estoy harto y no voy a pasar ni una más».
«Me duele fuertemente que año tras año, verano tras verano, sufra de estos delitos contra la propiedad y contra mi persona. Estoy harto y no voy a pasar ni una más»
El sacerdote anuncia que solicitará la instalación de cámaras de vigilancia en el exterior de la casa parroquial y la iglesia, célebre por presentar una visible inclinación en su torre, con el fin de «reconocer a quienes son los verdaderos autores de estos delitos y a sus colaboradores, y así proceder a su denuncia». Y es que, asegura el cura, «el último arreglo que hubo que hacer en la puerta de entrada de la casa parroquial costó 180 euros». Por eso también pide colaboración ciudadana para poder identificar y denunciar a los culpables de estos hechos, a quienes el párroco reclama una disculpa pública. «Vivimos en una sociedad que ha perdido los valores esenciales de educación y, por lo tanto, si queremos construir una verdadera sociedad democrática tenemos la obligación de reconstruir y de hacer presente esos valores que nos constituyen como una sociedad educada, igualitaria y solidaria», expone José Manuel Calvo Bea.
«Han llegado a terminar mi paciencia, me duele intensamente tener que tomar estas decisiones, pero lo voy a hacer »caiga quien caiga«»
El sacerdote concluye con una confesión: «Creedme, después de siete años de estar sufriendo estos actos, han llegado a terminar mi paciencia, me duele intensamente tener que tomar estas decisiones, pero lo voy a hacer «caiga quien caiga»». El cura también, y por otra parte, agradece «los gestos generosos y solidarios de los que os habéis preocupado por mi salud» y asegura que «me da pena, mucha pena, que estos actos enturbien la grandeza del corazón de la mayoría».