La educación: base de un futuro más sostenible
Hay una relación directa entre el nivel de estudios y de ingresos, lo que indica que las desigualdades se transfieren al mercado laboral y a los salarios
El siglo XXI ha venido cargado de procesos de cambio cada vez más rápidos, esbozando un panorama en el que tendremos que afrontar la adaptación ... a un nuevo sistema donde la digitalización y la automatización van a transformar (están transformando) nuestra forma de vivir y de interaccionar con nuestro entorno. Nuevas formas de vivir, nuevas formas de trabajar requieren de nuevas destrezas y habilidades, y el sistema debe facilitar esa adquisición a las generaciones futuras y también la adaptación de las presentes.
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La Encuesta de Población Activa revelaba que en España en el año 2021 el abandono educativo alcanzó su cifra más baja: el 13,3% de las personas de 18 a 24 años no había completado la segunda etapa de Educación Secundaria (FP de Grado Medio, Básica o Bachillerato) y no seguía ningún tipo de formación. Dejando a un lado que los dos últimos cursos han tenido sus peculiaridades, un 13,3% de tasa de abandono escolar no debería ser un dato para festejarlo. ¿Se imaginan que en una fábrica se tuviera que detraer ese porcentaje de producción en curso para sacarlo del sistema? Supongo que más de alguno se llevará las manos a la cabeza por la comparativa, pero más alarmante es escuchar las historias personales de abandonos por falta de motivación y lo que implica en cuanto a costes de oportunidad futuros.
Si bien es cierto que hay casos de 'éxito' entre los abandonos –cuánto daño hacen algunos influencers–, estos son excepcionales. Los datos muestran que hay una relación directa entre el nivel de estudios y de ingresos, lo que es indicativo de que las desigualdades en educación se transfieren al mercado laboral y a los salarios y, consecuentemente, a las pensiones. Hasta aquí pareciera que planteamos la educación como un proceso cuyo fin último es la capacitación del discente para que adquiera las competencias que le permitan acceder al mercado laboral y desempeñarse en un puesto de trabajo, pero ¿se trata entonces de 'producir' mano de obra más o menos cualificada? Pues no. Abandonando los paradigmas del pasado ese no debería ser el principal cometido. La educación debe centrarse en la persona y ser capaz de generar bienestar en el plano físico, social, mental y emocional, en el presente y para el mañana. Por lo que es clave que se la dote de las herramientas –llámense habilidades o conocimientos o lo que sea– que le permitan SER y ser capaces de hacerlo a lo largo de la vida, adaptándose el sistema a las peculiaridades de la persona y no viceversa.
Además del impacto que tiene a nivel individual, el sistema educativo no solo forma a personas, sino que conforma nuestro modelo social, por lo que está ligada con el progreso cultural y científico a nivel colectivo. Y es que el tan deseado progreso debe ser considerado como un concepto multidimensional que permita identificar el «grado de bienestar social». Además, conocidas las limitaciones del Producto Interior Bruto (el archiconocido PIB) como indicador de desarrollo económico, numerosas voces surgen para plantear alternativas como indicadores del grado de desarrollo de un país. Una de estas es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que fue diseñado por Mahbub ul Haq y se basa en las ideas desarrolladas por el premio Nobel Amartya Sen. El IDH es un indicador social estadístico realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que determina el grado de desarrollo de un país en base a tres parámetros: esperanza de vida saludable, educación y nivel de vida digno. Y, sin pretensión de ofender, esto sería parecido a lo que afirma la canción, «tres cosas hay en la vida, salud, dinero... y educación».
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Discúlpenme la gracia, pero con esto sintetizo el camino al siguiente punto que es la importancia de estos aspectos para el equilibrio a nivel global. Porque ante el nuevo escenario que se avecina cada vez será más necesario pensar en red y olvidarnos de los individualismos –y pensamientos provincianos– para concienciarnos de que no podemos dejar a nadie atrás. El crecimiento como humanidad necesita que debatamos, acordemos y construyamos un futuro mejor; sin distinción de origen, color, edad, género... Aunque difícilmente esto será posible si, como señala la Unesco, todavía hay 258 millones de niños y jóvenes en el mundo que siguen sin escolarización por razones sociales, económicas o culturales y, en los países en desarrollo, un niño o niña de una familia pobre sigue teniendo siete veces menos probabilidades de terminar la escuela secundaria que uno de una familia rica.
No obstante, no es suficiente garantizar el acceso a la educación, más importante aún es la calidad de esta. Intervenir en la educación de calidad, al ser esta la fuente del bienestar individual, es hacerlo en la vida misma de cada una de las personas, de la sociedad y de nuestro futuro como humanidad. La pasada semana se celebró la precumbre de Naciones Unidas, buscando el allanamiento del camino para la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, que tendrá lugar en septiembre. Reconocida la educación como un derecho humano y base para la paz, la tolerancia y el desarrollo sostenible; estos encuentros pretenden revitalizar los esfuerzos nacionales y mundiales para alcanzar el ODS4: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
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Para hablar de todo esto la Cátedra Unesco de ciudadanía democrática y libertad cultural, la Oficina de Sostenibilidad de la Universidad de La Rioja, la Coordinadora de ONGD de La Rioja y la Dirección General de Cooperación y Agenda 2030 hemos organizado el VII Curso de Verano Agenda 2030, que lleva por título ODS4. Educación: la base de un futuro más sostenible. En esta edición nos vamos a trasladar al Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla, un entorno espectacular que nos permitirá a lo largo de los días 6, 7 y 8 de julio conocer de mano de expertos los debates actuales sobre la transformación de la educación para repensar los sistemas educativos de hoy e imaginar los del mañana en un futuro más sostenible.
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