¿Tiene un disfraz del Pequeño Nicolás?

Es digno de estudio, pero cuando llega Carnaval, es cuando afloran los sentimientos y ganas de cachondeo del público. Desde los niños a los adultos, el disfraz ha sido el mejor elemento para sacar a relucir la mofa, la simpatía o sencillamente el lado opuesto de las cosas, como una carcasa para dar rienda suelta a la compostura del resto del año. Cuando la prohibición se hace patente, mayor es el gusto por la contrariedad, y de eso quedó constancia cuando el año pasado se prohibieron los disfraces de Guardia Civil, fue precisamente cuando se quedaron vacíos los almacenes. La cadena Disfrazmanía tiene constancia previa de la demanda por ciertos personajes que han alterado el sosiego en el país durante los últimos tiempos.

Constancia queda en los registros de la solicitud, en un mismo día, de una veintena de disfraces del Pequeño Nicolás, un fenómeno mediático ante el que nadie ha quedado ajeno. La idea de disfrazarse de este personaje se ha multiplicado de manera exponencial hasta preparar atrezzo para remedar al susodicho individuo y provocar, cómo no, la foto con cualquier grupo de amigos y amigas. Este fenómeno viral tendrá que competir con otras opciones como las de Pablo Iglesias, José Luis Bárcenas o La Pantoja.

En todos estos casos, la crítica social y el hastío van a traducirse en broma y en vía de escape para denunciar, en tono de humor, la situación social de un país que, por encima de todo, tiene la sana costumbre de reírse de todo y, de manera especial, en Carnaval.

Así pues, las peticiones de los maravillosos trajes de Elsa, la protagonista de Frozen, que será una de las reinas del Carnaval, podrían rivalizar con las pelucas y corbatas del Pequeño Nicolás, con la perilla, coleta y camisa blanca remangada de Pablo Iglesias, con la peineta de la tonadillera o con el lustre engominado de Bárcenas, sin perder de vista el puñado de purpurina de la reina del hielo.