El virus del picoleto
LA PLAZUELA PERDIDA ·
Vaya por delante, para no llamarse a engaño, que 'picoleto' es una voz riojana que se aplica a aquel que habla mucho y sin mesura, ... que es lo que está sucediendo con el famoso coronavirus que, con razón o sin ella –como dicen algunos que hay que estar siempre con la madre y con la patria–, está trayendo de cabeza a buena parte de los españoles. Y es que, en este asunto de la epidemia del coronavirus, no sabemos a qué carta quedarnos. Por un lado, nos dicen que se asemeja, tanto en la forma de contagio como en sus consecuencias, a una gripe normal, pero eso no cuadra con las medidas excepcionales que están tomando algunos gobiernos. Puede que ese exceso de medidas, para tratarse de una especie de gripe –cuarentenas, seguimiento de los infectados, toma de temperaturas en aeropuertos, etc.– se deba a la novedad de la enfermedad, al temor a que el virus pueda mutar. Sin embargo, eso también pasa con la gripe y no se le hace tanto caso. O a un exceso de transparencia, al que no sería ajena la sobreexposición mediática del asunto, porque los políticos no quieren que se les acuse de no tomar medidas. Aunque, en lo de tomar medidas, parece que no todos actúan igual; por ejemplo, en una comunidad autónoma se cierra un hotel con mil personas dentro por posible contacto con un contagiado, mientras que, en otra que conocemos bien, 80 alumnos han estado 15 días de viaje por Italia y, al regresar, les han mandado hacer vida normal y asistir a clase, a pesar del riesgo de que haya algún contagiado. Esto, además de demostrar que jamás se debieron transferir sanidad y educación, no dice mucho a favor de la coordinación intercomunitaria en España. De Europa, mejor no hablamos, pues parece que cada uno va a su aire: en unos lugares se cierran colegios y actos multitudinarios y, en otros, no pasa nada. Además, el exceso mediático alarma a la ciudadanía, acostumbrada en tiempos pasados a lo contrario –hace muchos años nos hicieron tomar sulfamidas a todos los estudiantes y, en otra ocasión, hacernos una radiografía de tórax, sin que nunca supiésemos para qué–, y da pie a pensar que si fuese sólo como una gripe no se le daría tanta importancia.
Este es el quid de la cuestión y la duda de los ciudadanos: si estamos ante un proceso similar al de una gripe, sobran las medidas excepcionales; si estamos ante algo más grave –los chinos que viven en España han protestado por no tomar más medidas–, no se entiende que hayan seguido los viajes de ida y vuelta a lugares peligrosos, aunque fuese por el bien del negocio del turismo. Esperemos que todo sea una serpiente de verano, o de invierno, como lo fueron gripes pasadas. Si no, alguien deberá asumir responsabilidades políticas. Por hacerlo mal.
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