¡Váyanse, «seores» líderes!
La Plazuela perdida ·
«Ya tenemos Gobierno, aunque no creo que dure mucho, pues me temo que llevará la contradicción en su seno»En 1993 hizo fortuna aquella frase de Aznar, entonces jefe de la oposición, espetada en el Congreso: ¡Váyase, «seor» González! Naturalmente, no consiguió que se ... fuera, pero tres años más tarde ganó las elecciones y formó Gobierno. Después, se han oído frases similares, alguna que otra vez, como el «¡Dimita señor Rajoy!», pronunciado por el ahora presidente, señor Sánchez.
Hubo un tiempo, aunque parezca lejano, en el que la política se regía por leyes no escritas, que venían a decir que había cosas que estaban por encima de las luchas partidistas, España era lo primero y no todo valía para conseguir gobernar. Eran tiempos en los que los políticos, especialmente los líderes, tenían un bagaje importante detrás, bien profesional, intelectual o social; tenían claro qué se podía negociar, no cambiaban de opinión en dos semanas y, en cuestiones políticas importantes, no había dudas. Es cierto que los políticos eran, y son, un reflejo de la sociedad y, como tal, hubo corrupción en los partidos que gobernaron, pero, a pesar de todo, echamos de menos aquellos «buenos tiempos malos» de la política, pues ya dice el refrán: «Otro vendrá que bueno te hará».
Ahora, la política es un «sinvivir», lo que hoy es blanco mañana es negro, hoy digo que no podría dormir tranquilo si gobierno con éste, y mañana digo que es un estupendo compañero de gobierno; no se tiene sentido de Estado y el interés del propio partido pasa por encima de lo que sea. El presidente Sánchez que, legítimamente, quiere gobernar a toda costa, pacta con los que quieren destruir el actual Estado -esto ya no sé si es tan legítimo, a no ser que tú también quieras destruirlo-, mientras los opositores no quieren ese Gobierno, pero no hacen nada por impedirlo.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Seguramente las causas son variadas, pero algunas me resultan evidentes: la altura intelectual de muchos líderes brilla por su ausencia, su nacimiento político, desde las bases o las juventudes de sus partidos, sin carrera profesional o intelectual relevante, hace que sólo tangan «sentido de partido» y da la sensación de que su mayor interés en la política es conseguir cargos para ellos y sus correligionarios. Así es difícil mirar por el bien común.
Ya tenemos Gobierno, aunque no creo que dure mucho, pues me temo que llevará la contradicción en su seno. La solución imposible sería cambiar a los líderes por otros con más sentido de Estado, a ser posible con prestigio ganado en su carrera profesional o intelectual, con otra mentalidad y que supieran qué es, de verdad, lo importante. Así que, parafraseando a Aznar, que tampoco me parece ningún ejemplo, diría: «Váyanse, 'seores' líderes».
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