Hace unos años una peluquera me recomendó que no me cortara mucho el pelo porque no me favorecía y que tampoco me lo dejara largo ... porque me envejecía, a través del espejo me espetó que ya había entrado en la edad de la «media melena», en cuanto a las canas me reveló que son tendencia, que incluso personas jóvenes se las pedían pero que en mi caso ella opinaba que debía esperar hasta que me hicieran juego con las arrugas de la cara. Ese día me di cuenta de que las peluquerías son el Centro Nacional de Inteligencia de andar por casa. En el caso de las tendencias políticas a veces aciertan más que las encuestas y si no lean lo que me ocurrió esta pasada Navidad en otra peluquería.
Nada más llegar y para arreglarme para las fiestas mi hermana Trini me envió a un establecimiento que habían abierto al lado de casa, que la dueña era muy simpática. Me cayó muy bien ella y su hijo de unos cuatro años que la acompañaba porque eran vacaciones y no tenía con quien dejarlo. Enseguida empezamos a charlar, se extrañó de no conocerme y le expliqué que hacía casi 30 años que vivía en Logroño. Entonces me comentó alarmada que el pueblo había empeorado mucho. Yo asentí y le expresé que siempre había estado mal, que yo me fui por la falta de trabajo y de oportunidades.
La peluquera negó con la cabeza, porque no se refería a eso, sino a la cantidad de gitanos-rumanos que habían «desembarcado» en el barrio, que era una invasión, que el día anterior tuvo que irse del parque infantil con su hijo porque contó hasta diecinueve niños extranjeros. Pasamos del lavacabezas al sillón y le pregunté si estas personas la habían molestado o eran agresivas, respondió que no, pero que ocupan los toboganes y columpios y que no hay otros parques. Continuó diciendo que ella no tenía nada en contra de los que vienen a trabajar pero que estos estaban aquí para aprovecharse de las ayudas sociales y que además la culpa era del alcalde que les había abierto una cuenta en un famoso supermercado. Añadió, con las tijeras en ristre, que ahí no quedaba la cosa, que en el ambulatorio era mucho peor, que también estaba lleno de extranjeros, sobre todo madres árabes con pañuelo y todo. Ah, y que por eso había listas de espera, que su marido llevaba dos años para una operación de rodilla.
Como ustedes se imaginarán yo le argumenté que los niños, sean de donde sean, tienen derechos, me esforcé para que comprendiera que ahí no estaba el problema, pero creo que no la convencí mucho. Aunque discrepo con sus opiniones no creo que esta mujer sea mala persona, ya que lo único que reclama es diversión para su hijo y asistencia médica para su marido. Eso sí, me preocupa el uso que los grupos políticos de derechas hacen de ese descontento que ella y muchos ciudadanos tienen. Y me preocupa aun más ese niño que escuchaba la conversación, me entristece que ese pequeño identifique a los chavales de otras culturas como enemigos que acaparan el parque o como culpables de que no operen a su padre. Se me ocurre que la única forma de que este chiquillo vea las cosas de otro modo es que algún día pueda comprobar que los extranjeros son exactamente como él. Pero para eso tendrían que coincidir en la escuela pública y es difícil que su madre lo apunte ahí. Quizá porque crea que las escuelas públicas también están invadidas. Y no le falta razón porque, sin ir más lejos, así lo afirmaban hace unas semanas en la primera página de este mismo periódico, cuando se hacían eco de que la escuela pública de La Rioja acoge al 80 por ciento de los hijos de migrantes.
Por eso es necesario que llevemos a nuestros hijos a los colegios públicos pero además tenemos que exigir a los gobiernos que les doten de los medios adecuados, incluso, si es preciso, en detrimento de la enseñanza privada para que no se conviertan en guetos. Y lo mismo pienso de la sanidad pública, que hay que defenderla haciendo uso de ella y exigiendo inversiones y presupuestos suficientes. Porque sin igualdad social ni oportunidades para todos los ciudanos, el hijo de la peluquera y muchos otros, empezarán a subir las escalerillas del tobogán del racismo y la intolerancia . Por otra parte, como les decía al principio, si en vez de hacer caso a las encuestas me hubiera fijado en la peluquería no me habrían sorprendido tanto, y dicho sea de paso, los resultados electorales en Andalucía.
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