De tafetanes y rábanos

Hay que ver lo guapa que eres. De verdad que tienes un físico admirable. Eres terriblemente atractiva. Y lo mejor de todo es que comunicas ... fenomenal. Pero mira que no quería yo hablar del tema. Que estaba esperando a ver si tu declive en las conversaciones conllevaba mi desistimiento de dedicar unas líneas a esta cuestión casi de Estado. Pero ya veo que no. Que estamos a 9 de enero y sigo pensando en ti. Intento no juzgarte, pero me supera, año tras año. Y es tal mi contrariedad y mi contradicción que incluso llegas a despertar en mí cierta conmiseración, fíjate si seré simple: a veces pienso que quizá sólo haces lo que te mandan, o que sólo lo haces porque te lo mandan... O, simplemente, que únicamente quieres epatar. Que igual no estás cómoda con el papel que te asignan en la función. Y ni qué decir con el vestido. ¿O era una mascarilla? Porque, con lo bien que comunicas, con la solvencia que acreditas en éste y en otros programas, ¿por qué contribuyes a que sólo se hable de las hojas (tu atuendo) y no del rábano (tu trabajo, tu profesionalidad)? Es tu opción, no cabe duda. Y creo que incluso defiendes que es una forma de empoderarte y que eres un icono feminista. Yo le puedo echar humor. Un año. Dos. Tres. Al cuarto me viene a la mente una palabra y una práctica que detesto. Cosificación. Y si no fuera porque no es el contexto apropiado, diría que no está la Magdalena para tafetanes. Por cierto, Cristina, hay que ver lo bien que te conservas. Por ti no pasan las campanadas.