Las vacaciones se dibujan en el horizonte: la academia cierra su ciclo anual y el mundo profesional y privado se prepara para planificar los días ... de descanso.
Una de las consecuencias de la pandemia es el estallido del turismo de masas que vuelve a mostrar su doble filo de actividad placentera y fuente de riqueza, pero también poco ecológica o sostenible. Se hace turismo para relajar las responsabilidades y tareas cotidianas buscando, a veces, destinos inalcanzables o medios avanzados inimaginables para la mayoría por ejemplo, in extremis, el turismo espacial o submarino como el del trágico destino del Titan para visitar los restos del mítico Titanic en el fondo del océano, en un maridaje de riesgo y placer exclusivo e inaccesible para la mayoría. Lamentablemente, alerta de que todo en la vida tiene límites, aunque algunos omnipotentemente quieran traspasarlos.
El reto de la sostenibilidad del turismo es para quien recibe a los visitantes y sobre los abusos que las compañías de transporte, tanto nuevas como tradicionales, aplican innovadoramente al turista (incrementando su negocio, no la seguridad ni confort del viajero): reserva de asiento y pagar por primeras filas a precio de oro, abonar extras o seguros por si acaso, pagar por equipaje antes sin coste, etc.
La sostenibilidad para el ecosistema del tipo de transporte que lo hace posible es debatida. El caso más evidente es el avión cuyo aumento del tráfico mundial es evidente, no solo por turismo sino como medio de transporte que acerca a familias y permite logros profesionales o comerciales a una escala impensable hace 50 años. Se estima que más de 46.000 nuevos aparatos estarán activos en las próximas décadas para sostener anualmente el aumento estimado del 4% de viajeros. Su impacto medioambiental representa el 2,5% de las emisiones globales, pero la mitad de ellas son generadas, según expertos, solo por el 1% de la población, lo cual es objeto de debate, más cuando las innovaciones tecnológicas para reducir su emisión de CO2 todavía están lejos de ser viables.
Turismo y avión son necesarios en el mundo actual, también las compañías y servicios que los gestionan, pero es urgente racionalizarlos. No sea cosa que la omnipotencia humana sobre los mares, cielo o tecnologías tenga un fin similar al del orgulloso y exclusivo transatlántico Titanic (nombre tomado de los titanes, hijos de los dioses Gea y Urano) supuestamente invencible pero al que un simple iceberg destruyó.
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