Poco es tan sencillo como parece. Pero en muchas ocasiones es difícil no caer en el prejuicio. Cuando se concedió el Mundial a Qatar, cualquiera ... vio ahí una cuestión de dinero. Del que alguien se llevó. Claro que podían haberse beneficiado económicamente quienes votaron para que unos Juegos Olímpicos fueran a Pekín o Los Ángeles, pero lo de Qatar fue obvio desde el principio. Un combo de falta de tradición futbolística (instalaciones y afición), un calor espantoso y dinero, mucho dinero. Y además, estaba el asuntillo de los derechos humanos, tanto en el país como en las condiciones de los trabajadores.
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A la FIFA siempre le ha pasado como a los familiares de las niñas de Alcácer cuando dijeron en la tele aquello de «que se acabe eso de los derechos humanos». Ocurre algo así con los contratos del Gobierno a Huawei por 12.3 millones de euros para la gestión de nuestros datos. No hay pruebas, pero tampoco dudas de que aquí hay dragones zapateros.
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