Ágora

Un palacio en ruinas

Miércoles, 26 de noviembre 2025, 21:58

El edificio residencial más antiguo de Logroño es el que se conoce como 'Casa Gótica' o Palacio de Vergara, construido hacia el año 1500 por ... Juan de Vergara, prior de la orden del Santo Sepulcro, enterrado en la vecina iglesia de Palacio. Está ubicado en la calle Ruavieja número 9, en pleno trazado del Camino de Santiago. Cualquiera podría esperar que, dada su antigüedad, este caserón luciera orgulloso como uno de los recursos turísticos y culturales más importantes de nuestra ciudad. Es lo que ocurre con otros edificios levantados en fechas similares en otras capitales de nuestro entorno, como la Casa del Cordón de Burgos, el Palacio de los Condes de Gómara de Soria o la Torre de los Hurtado de Vitoria.

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Sin embargo, nuestro Palacio de Vergara languidece en estado de ruina. Solo queda su fachada, con su magnífico arco gótico como puerta de entrada y su majestuoso escudo, que recuerdan todavía la elegancia austera de aquellas construcciones que configuraron la fisonomía urbana del casco antiguo logroñés, hoy prácticamente desaparecido. Desde ahí, en silencio, con la dignidad erosionada de saberse un edificio fundamental de nuestra historia, contemplaría con envidia hace unos años la restauración de la vecina Casa de la Virgen para reconvertirla en Centro de Cultura del Rioja. «¿Cuándo me tocará a mí?», pensaría entonces.

Además de palacio, fue también monasterio durante un tiempo. Pero después vino el abandono y el progresivo deterioro. Todo se ha ido hundiendo. Hace unos años se presentó un proyecto para reconvertirlo en hotel-spa, pero no llegó a efecto. Y ahí sigue, viendo cómo los logroñeses y miles de peregrinos pasan por delante de él casi sin mirarlo. «¿Cuándo me tocará a mí?», se repite.

Quizá lo más grave es que este edificio está catalogado como bien de interés cultural desde 1985, lo que obliga a las Administraciones a velar por su conservación. Pero nada de eso ha ocurrido. Y tampoco ha habido muestras de movilización ciudadana para reivindicar que se preserve este importante elemento de nuestro patrimonio. Podemos hablar, con argumentos más que justificados, de que hay un abandono institucional y también cierta desidia colectiva. No es solo un inmueble deteriorado, es un símbolo de cómo una urbe puede mirar hacia otro lado mientras su historia se derrumba. La dejadez convierte lo que podría ser un recurso cultural de primer orden en un escombro en cámara lenta. Resulta incomprensible que, en una ciudad que presume de dinamismo cultural, en una capital de comunidad que promueve su riqueza patrimonial como valor identitario, un edificio histórico de esta relevancia lleve años esperando una solución. Logroño tiene ante sí una responsabilidad urgente: rescatar el Palacio de Vergara antes de que sea demasiado tarde. Dejar que desaparezca sería una negligencia imperdonable. Nuestro patrimonio no es un lujo ni un decorado, es la memoria que sostiene nuestra identidad.

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