¿Celebramos o posamos?
Las fiestas son espacios de encuentro, no de exhibición; porque lo auténtico, con frecuencia, no es bonito ni se hace viral
Rebeca Pardo Sainz
Investigadora en Cultura Visual (UNIR Y UB)
Sábado, 9 de agosto 2025
Estamos en agosto, mes por excelencia de fiestas en los pueblos. Desde mi ventana en Rincón de Soto veo los preparativos: hoy han colgado las ... banderitas en la plaza. Lo primero que pienso es en hacer una foto. ¿En qué momento todo se convirtió en imagen? Sí, soy fotógrafa y lo llevo en el ADN. Pero antes había momentos que se quedaban fuera de foco, en la intimidad o en el puro disfrute sin cámaras.
Hoy cuesta distinguir si estamos viviendo o posando. Y entono el mea culpa. María Garganté, en su obra 'Santificarás las fiestas', plantea que la fiesta no es solo descanso o espectáculo, sino un espacio de sentido y comunidad que se ha ido transformando con las necesidades sociales de cada momento. Pero lo que no cambia es la intención de romper la monotonía, salir del tiempo ordinario.
Afortunadamente, en Rincón la experiencia aún tiene mucho de eso: de celebración en comunidad, en cuadrilla. De forjar identidades, de ocupar el espacio público y volver a hacer nuestro el pueblo.
El foco se desplaza de la emoción del momento a la representación estética, al potencial de ser compartido TikTok, Instagram...
Seguramente el gran cambio es la apropiación visual de las fiestas a través de la lente de los móviles. Porque hoy nada parece estar celebrándose si no se publica y cada vez veo más gente bailando para la foto o el vídeo. El foco de la importancia se desplaza de la emoción del momento a la representación estética. Al potencial de ser compartido, pero en un archivo público que ya no sé si hace memoria o consume la fiesta como cualquier otro producto: mostrando básicamente belleza, juventud y diversión.
Por supuesto, estas imágenes pueden contribuir a crear comunidad, a visibilizar las tradiciones... pero también generan dudas: ¿Qué versión de la fiesta estamos construyendo? ¿Quiénes están dentro y quiénes se quedan fuera?
Supongo que siento nostalgia por la imperfección de las imágenes sin filtros de IA y por el derecho al olvido o a la privacidad. Y también está la romantización del pasado que blanquea un presente peculiar. Nos vestimos como siempre, como toda la vida, de blanco, con el pañuelo de fiestas, o con el traje de jotas... pero con el móvil en el bolsillo y con poses aprendidas en TikTok o Instagram. Nos vestimos de tradición, pero cada vez tenemos más identidad de algoritmo.
Mientras tanto, se desdibujan los límites entre lo público y lo privado. Y en días en los que se come y se bebe mucho, en los que el calor suele apretar y el agotamiento hace mella, quizás no sea la mejor idea compartir ciertas imágenes (de borracheras, por ejemplo) o algunos comentarios desafortunados que va a leer todo el pueblo. Imágenes que pueden hacer reír, pero también incomodar o perjudicar. Porque lo que antes quedaba en el cuarto, en el «¿te acuerdas de lo que pasó aquel día?» ahora lo verá todo el pueblo... y el más allá.
Nos vestimos de tradición, pero cada vez tenemos más identidad de algoritmo
Por eso insisto tanto a mis estudiantes en revisar lo que han compartido. Las redes son archivos sin fecha de caducidad. Una imagen inocente puede acabar convirtiéndose en una barrera inesperada. La memoria digital no olvida.
Como coleccionista de fotografías antiguas, echo de menos en las actuales imágenes a las personas mayores, los bailes torpes, las sonrisas sin filtro. La integración intergeneracional y el espacio para el error. Aquello que no buscaba gustar, sino ser. Este año he hecho menos fotos y he vivido más. He estado más presente, y quizá por eso más invisible. Porque en el fondo, si no apareces en las fotos, en los stories, incluso en los estados de WhatsApp... ¿existes?
El verano, las vacaciones y las fiestas pueden volverse, en este sentido, selectivos, excluyentes... incluso en cierta manera crueles. Porque ahora ya no hay que divertirse o ser feliz. Ahora hay que colgar constantemente las imágenes que prueben que no te estás perdiendo nada. Que estás en todas partes. Parafraseando el famoso dicho: no dejes que la realidad te estropee una buena imagen.
Leyendo a Garganté espero no perder de vista que las fiestas son espacios de encuentro, no de exhibición. Momentos para reír, bailar, comer y brindar sin pensar en cómo quedará la foto. Porque lo auténtico, con frecuencia, no es bonito ni se hace viral.
Este verano, como experimento personal, estoy intentando compartir menos fotos que otros años. Propongo que nos preguntemos, antes de sacar el móvil, si queremos recordar el momento o simplemente estamos intentando demostrar que lo estamos viviendo. Si celebramos o posamos.
Y espero que, si se nos acaba la batería antes que las fiestas, sepamos seguir bailando.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión