En el Camino de la Magdalena, en la linde entre Logroño y Villamediana, hay un almendro retorcido de viejo, un árbol que parece dejado de ... Dios. Arrumbado a un lado del asfalto, y aunque parece más para astillas y lumbre que para otra función, ayer amaneció con flores. Otra vez las primeras flores de almendro en muchos kilómetros a la redonda. Blancas y leves como la nieve que hace unos días alicataba sus ramas, que parecen los dedos artríticos de un abuelo centenario. Nada distinto a lo de años anteriores que, sin embargo, me hizo olvidar un ratito la curva inexpugnable, la UCI saturada, los sanitarios rotos, la incapacidad de los que manejan el barco y la ira de quienes les gustaría gobernarlo, la sensatez de muchos, la irresponsabilidad de otros, los muertos... Hasta que advertí que me desperimetraba y tuve que girar sobre mis pasos hacia la realidad. No tiene más trascedencia, pero quería compartirlo por si les apetece un ratito de paz.
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