El preso número 9
LA PLAZUELA PERDIDA ·
Vaya por delante que si hay un tema que me aburre soberanamente es el del revisionismo asociado a la igualdad de género, pero cuando los ... activistas atacan a la libertad de expresión, creo que, como escritor, no me queda más remedio que intervenir.
Al principio, parecía una broma lo del lenguaje inclusivo, esa innecesaria redundancia, entre otras cosas, que atacaba los principios de nuestro idioma, pero que está convirtiéndose en un grotesco lastre para la comunicación, como se comprueba al intentar enterarse de alguna normativa oficial; pero ya la broma comienza a no tener gracia, pues muchos de estos activistas, al pertenecer a 'las amistades peligrosas' del presidente Sánchez, a las que necesita para su supervivencia política, alcanzan más poder del que sería deseable y comienzan a perturbar principios tan inamovibles como el de la libertad de expresión.
Muchos tenemos la sensación de que se ha formado una especie de nueva brigada político-social, que vela por la corrección, la moral y las costumbres, en lo relacionado con la igualdad de género, y que alienta polémicas ridículas. La última que he detectado es la petición de que no se cante 'El preso número nueve', por ser una canción machista. Para los jóvenes que no lo sepan, esta canción de los sesenta la hizo famosa, así como la de 'No nos moverán', Joan Báez; todo un símbolo, para una generación, de la lucha por los derechos civiles, por la liberación de la mujer y contra la guerra del Vietnam. ¿Cuál es su pecado para que la consideren machista? Que cuenta la historia de un hombre al que van a ejecutar «porque mató a su mujer y a un amigo desleal».
Si el señor Sánchez sigue necesitando a estos activistas y les permite poner en práctica sus pretensiones, estaremos ante otro 'Farenheit 451', la novela distópica de Bradbury en la que se quemaban libros; porque ahora habría que quemar todos aquellos escritos en los que, en la historia, un hombre mate o maltrate a una mujer, y, por la misma regla de tres, todas las películas, obras de arte, canciones, etc., en las que las mujeres no queden reflejadas al gusto de esta nueva policía moral.
Después de todo lo que sufrimos en la dictadura hasta conseguir, tras la muerte de Franco, libertad de expresión; después de tener que hacer encaje de bolillos para que nuestros poemas, escritos, etc., pudieran leerse en público, disfrazando sus intenciones, no podemos permitir que estos nuevos censores, que no conocen de la misa la media, y que denuncian fotos, anuncios, pancartas comerciales..., en las que aparezcan, por ejemplo, una mujer en bikini, aunque sea una obra de arte, como en la reciente polémica con una bodega, coarten nuestra libertad de expresión, que está recogida en la Constitución. ¿Igualdad y libertad para la mujer? Por supuesto, eso no lo niega ninguna persona sensata, pero también para expresar las ideas. Y para cantar 'El preso número 9'.
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