Preguntando se llega al corazón
«Hagámonos preguntas porque, dicho sea de paso, no es necesario llegar Roma, es suficiente con llegar al corazón»
Yo soy de muchas palabras, eso le decían las monjas a mi madre: «La niña es muy buena pero habla mucho». Lo mismo que me ... comentaban los profesores de Marina, mi hija pequeña, añadían también que era un poquito rebelde. En eso nos parecemos, ella ahora habla menos pero sigue siendo inconformista. La verdad es que que soy algo pelma, hasta mi hermano, a veces, se refiere a mí como la de «Pelma y Louise». En mi defensa tengo que alegar que me gusta escuchar y que si no atendiera a lo que me cuentan los demás me quedaría sin historias, quizá por eso me encanta leer porque es una forma de enterarte de lo que piensan y sienten los otros y quizá por eso también me fijo en detalles que otras personas pasan por alto. Dicen que preguntando se llega a Roma y así fue cómo descubrí a una de las mujeres que más admiro. Ella no me conoce a mí y, por extraño que parezca, ni siquiera sé cual es su nombre, porque no es famosa aunque sí rica. Para mí referirme a una persona adinerada es una novedad ,ya que normalmente me impresionan las historias de los humildes.
Pero empecemos por el principio, resulta que un día fui a visitar a mi hermana Carmen, que trabaja en un supermercado de la provincia de Almería y nos dimos una vuelta por la orilla de la playa, nos alejamos un poco y me llamó la atención un chalet fantástico frente al mar, especialmente unos dibujos geométricos en la fachada que me recordaban a la Alhambra. Había una mujer mayor arreglando el jardín y desde la verja mi hermana intercambió unos cariñosos saludos. A mí se me agolpaban las preguntas, primero quise saber quién había pintado tan maravillosos zócalos y también por qué Carmen tenía tanta confianza con la dueña de semejante mansión. Seguimos nuestro camino y me explicó que esa señora era muy respetada en el pueblo, que era una de la mayores empresarias de invernaderos de la zona.
Seguí con el interrogatorio, quise averiguar algo más de su vida. Así descubrí que era una ama de casa tradicional, con tres hijos, que había montado un negocio de melones porque su marido se dedicaba a la construcción y ella se había criado en el campo y heredó las tierras de sus padres. Mi hermana continuó relatando que todo el mundo quería trabajar en su empresa porque era justa con los salarios y con los derechos laborales. A la vista estaba que pagar a la gente adecuadamente no le había impedido ganar dinero. Pero aún me quedaba por despejar la incógnita de los motivos arabescos de la fachada, le dije a mi hermana que seguramente habría contratado a unos carísimos artistas. Y ella negó con la cabeza, porque en el pueblo se sabía que esas bellas pinturas fueron un regalo muy especial que le había hecho su socio marroquí.
Esto de las preguntas era como lo de tirar de una cereza. Así que la señora de los invernaderos tenía un socio marroquí. Nos sentamos en la arena y Carmen prosiguió con la historia, sin darle más importancia y algo extrañada con mi curiosidad. Nuestra protagonista había tenido tres hijos y ninguno había estado interesado en los melones, los tres eran médicos y ella estaba muy orgullosa pero también le daba pena que nadie heredara su particular y pequeño imperio. Parece ser que el mundo de los invernaderos es complejo, así que desde el principio la empresaria contó con la ayuda de un joven recién llegado de Marruecos que se convirtió en su mano derecha. El muchacho trabajaba como si el negocio fuera suyo, le aconsejaba en las tareas, le apoyaba buscando empleados y con el tiempo ella decidió que tenía que ser su socio, puesto que tan importante era quien ponía el dinero y la tierra como quien ponía la dedicación y el esfuerzo.
Así que cuando se construyó la casa, en agradecimiento, el muchacho se trajo a una familia de artesanos de su tierra natal que durante semanas se dedicaron a decorar primorosamente los muros. Mi hermana añadió que fue una atracción para el lugar, que la gente disfrutaba viendo aquella especie de Capilla Sixtina al aire libre. Y ni que decir tiene que un poco más allá, algo más discreta pude ver la casa del famoso socio marroquí. Les hablo, precisamente hoy, de mi ilustre desconocida, ejemplo de emprendedora y de solidaria porque el rechazo a los extranjeros es un argumento que oigo con demasiada frecuencia.
Además me hago eco de la noticia de la agencia Efe que dice textualmente que la oferta de 10.000 plazas lanzada por el Servicio Andaluz de Empleo para captar mano de obra local para la campaña de frutos rojos y cítricos de la provincia de Huelva apenas ha sido respondida por unas 200 personas. Esta noticia deja claro que necesitamos que vengan migrantes si queremos comer fresas. También si queremos cobrar las pensiones los que no tenemos planes privados. Así que, hagámonos preguntas porque, dicho sea de paso, no es necesario llegar Roma, es suficiente con llegar al corazón.
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