Poderes independientes
LA PLAZUELA PERDIDA ·
Siempre hemos creído que la calidad de las democracias se mide, entre otras cosas, por la independencia de los distintos poderes, no solo de los ... clásicos –ejecutivo, legislativo y judicial– sino también de otros, como el llamado cuarto poder: la prensa, etc. La guerra de Ucrania nos ha permitido ver la escasa calidad de algunas democracias, en las que no aparecen voces discrepantes, lo cual origina un silencio atronador.
Me preocupa el poco interés que hay en mejorar la calidad de la democracia española, a tenor de lo difícil que resulta conseguir la independencia de los distintos poderes. No sé si es lógico que el ejecutivo controle al legislativo, pero ya estamos acostumbrados y, aunque no es deseable que los diputados practiquen seguidismo sin crítica, tampoco me parece demasiado grave, viendo de qué manera funcionan los partidos políticos. Más preocupante es la situación del poder judicial, cuya independencia se pone a menudo en duda, incluso desde Bruselas, por la forma de nombrar a sus componentes.
Parece absolutamente lógico que el poder judicial no tenga ningún nexo de unión con los demás poderes, pero nunca se ha querido que la elección de sus miembros sea independiente de la política. Hiere la sensibilidad democrática que los partidos participen en la elección de los órganos de dirección de los jueces. Muchas veces se ha hablado de que sean los propios jueces quienes elijan a sus dirigentes, como ocurre en casi todas las profesiones, pero hay fuerte resistencia «política». La última y peregrina excusa que he oído, para que los jueces no elijan a sus dirigentes, es que no eligen a jueces «progresistas» –curiosa palabra de la que se apropian algunos, como si los demás no quisieran el progreso– como dicen que ocurrió en la elección de la comisión de Ética. ¿Y qué? ¿Es que cuando el resultado no es de nuestro gusto, hay que cambiar el sistema electoral? Por cierto, esta ridícula excusa ha sido aireada en alguna cadena de televisión de las, digamos, afines al Gobierno. Esto me lleva a que la calidad de una democracia también se mide por la independencia de los medios de comunicación. Que un medio privado alabe al Gobierno, o a la oposición, y siempre esté de acuerdo con sus decisiones, puede decir poco o mucho, según se mire, sobre la independencia del medio, pero, como es una empresa privada, está en su perfecto derecho a hacerlo. Es más preocupante que los medios públicos: televisiones, CIS, etcétera, no muestren la independencia deseada y contribuyan a empeorar la calidad de nuestra democracia española. Resulta escandaloso y ridículo que medios públicos acepten ser correa de transmisión política. Sobre todo gubernamental. Gobierne quien gobierne.
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