Poco nos pasa

MEZCLADO, NO AGITADO ·

Me siento desolado y entristecido. No es un sentimiento por hipocondría ni por depresión alguna. Es una sensación real, cierta, que me sobrecoge y arrastra ... hacia una preocupación constante ante la situación de España. Es la percepción diaria de una deriva política que está desmantelando la democracia. Es la certeza de que se avanza hacia una involución que nos hace a los ciudadanos más débiles ante la arbitrariedad del poder político. Y es la constatación de que a ellos les hace más impunes ante cualquier barbaridad que perpetren, entregados a los juegos peligrosos en los que se pone en riesgo la estabilidad social, el progreso, la honradez, la sanidad, la enseñanza, los escrúpulos, la libertad, el trabajo, la justicia y la unidad territorial.

Publicidad

No es dramatismo impostado, es certeza de una realidad desdichada que nos asalta, cada minuto, con el desmantelamiento del estado de derecho, arrastrados por esta Cosa Nostra política que, disfrazada de progresismo, atraca nuestra democracia.

Contemplo con estupor cómo la sociedad civil, ante semejante panorama, permanecemos desentendidos de esta realidad atroz, como si solo el lograr sobrevivir un día más, fuera suficiente para estar felices y ajenos a tanto abuso generado por políticos mediocres, que han hecho de la mentira moneda de cambio; y que aplauden procurando exclusivamente su propio porvenir. Todos sin rechistar, sin salirse del guion, para preservar sus privilegios aunque les abrasen las manos de apretar hipócritamente el botón de sus escaños. Demostrando, con cada votación, que no les importa nada que España se hunda, se jibarice, se arruine, se desmembre presa de afán de poder y de egoísmos provincianos. Y que sea más irrelevante, más vulgar, más analfabeta, más pobre, más injusta y más imbécil. Puede que por este mal cabotaje nos coman las ratas, pero ¡Quiá!, alcanzaremos la dicha abrazándonos al Grupo de Puebla, o a la Nicaragua de Daniel Ortega o la Cuba de Díaz-Canel; y también a la Venezuela chavista. Y por qué no a la Argentina de la homenajeada Kirchner a la que su condena por malversación, en España, le haría irse de rositas a su casa 'rosada'. Igualmente se equiparan genéticamente a Orbán y Morawiecki: todos iguales de marrulleros. Tristeza, dolor, amargura, rabia por vivir en este barco con un rumbo de derrota errada, pilotado por un jefe de máquinas, autócrata sin escrúpulos, que nos arrastra hacia el naufragio, avergonzándonos a tantos, mientras una tripulación sumisa –y una sociedad, como pasaje, anestesiada–, consentimos el desastre. Claro que, cuando vayamos a pique, todos –por acción u omisión– secuaces del navegante arrogante, habremos permitido que él y sus socios tomen sus botes salvavidas, y a los demás que nos den morcilla. Eso con suerte, porque a este paso ni comer morcilla podremos ya que habrá prohibido su ingesta, por insana, el ministro de consumo –dechado de inteligencia– de un país idiotizado, o sea: España (o lo que quede de ella).

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta especial!

Publicidad