Fe, justicia social y diálogo frente al miedo y la indiferencia
Los cristianos socialistas no militamos en una fe privada, ni en una política sin alma
Hace ahora dieciséis años, dos compañeros nuestros —José Manuel Bernal Llorente y Juan Manuel Medrano Ezquerro— firmaron una tribuna en Diario LA RIOJA que hoy ... sigue siendo un referente: 'Cristianos socialistas apuestan por la autocrítica'. En aquel texto, reivindicaban que la fe y el compromiso político podían caminar juntos; que el cristianismo y el socialismo no eran mundos enfrentados, sino visiones que, desde distintos lenguajes, compartían una misma raíz: la dignidad del ser humano y la justicia social.
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Dieciséis años después, los tiempos han cambiado, pero la llamada a la autocrítica sigue siendo urgente. Vivimos en una sociedad herida por la desigualdad, el miedo y la desconfianza. La política se ha llenado de ruido y de etiquetas, mientras la palabra se vacía de verdad. La fe, por su parte, también atraviesa un tiempo difícil: entre la nostalgia del pasado y la tentación del repliegue. Y sin embargo, más que nunca, necesitamos una voz que recuerde que sin esperanza no hay proyecto común.
Los cristianos socialistas no militamos en una fe privada, ni en una política sin alma. Nuestra referencia es doble: el Evangelio y la justicia social. Desde la primera, entendemos que toda vida tiene un valor sagrado y que los pobres, los migrantes, los descartados y los que sufren deben ser el centro de nuestra mirada. Desde la segunda, asumimos que la igualdad, la redistribución y la fraternidad no solo son conceptos ideológicos, sino exigencias morales. Cuando en 2009 hablábamos de autocrítica, lo hacíamos frente a dos tentaciones: el dogmatismo de parte de la Iglesia y la rigidez de ciertos sectores del socialismo. Hoy esas tentaciones han mutado: se llaman polarización, tribalismo digital y cinismo político. Por eso, la autocrítica sigue siendo necesaria. Porque sin humildad, ni la fe ni la política son creíbles.
Militar al servicio del proyecto socialista y vivir en comunión con el Evangelio no son caminos opuestos, sino dos formas de servir al mismo bien común
El rostro del sufrimiento se ha diversificado: la pobreza energética, la soledad no deseada, la precariedad laboral, la crisis ecológica o el miedo a la inmigración son las nuevas formas del descarte. Mientras tanto, la cultura del enfrentamiento ha reemplazado al diálogo, y la indiferencia se ha vuelto más cómoda que la compasión. En este contexto, ser cristiano y socialista no es una contradicción: es un desafío contracultural. Significa apostar por la ternura como método político, por la escucha como herramienta de transformación, y por la fraternidad como principio de convivencia.
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El Papa León XIV, en Dilexi te (2025), nos ha recordado que «no se puede amar a Dios sin extender el propio amor a los pobres» (§26). Ese amor no se traduce solo en asistencia, sino en justicia; no en limosna, sino en derechos. Y en eso, la tradición socialista encuentra una profunda sintonía con el Evangelio.
El Papa Francisco, en Laudate Deum (2023), nos advertía de que la crisis climática no es solo ambiental, sino moral. Nos interpela directamente: «El mundo que nos acoge se está desmoronando y quizás acercándose a un punto de ruptura» (LD §2). Cuidar el planeta es cuidar a los pobres, porque el cambio climático castiga primero a quienes menos tienen. Por eso, la ecología integral no es un tema verde, sino una cuestión de justicia social y de fe encarnada. Nuestra militancia debe mirar al futuro con responsabilidad intergeneracional: la Tierra es la herencia que recibimos y el compromiso que entregamos.
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Cristianos Socialistas no somos guardianes de ninguna pureza ideológica, ni brazo piadoso de ningún partido. Somos una conciencia dentro de la izquierda, que recuerda que la igualdad sin fraternidad se vuelve fría, y que la justicia sin compasión se convierte en cálculo. Defendemos la acción política como un servicio y no como una conquista; la diversidad como riqueza, no como amenaza. Y creemos que el PSOE, al que pertenecemos con lealtad y libertad, tiene que observar su raíz humanista y espiritual: la política como acto de amor al prójimo.
Del mismo modo, creemos que la Iglesia está llamada a un nuevo discernimiento: abrirse a los signos de los tiempos, escuchar las voces de quienes buscan sentido, y dejar de temer a la pluralidad. El mensaje cristiano no se debilita por el diálogo con el mundo; se empobrece cuando se encierra en sí mismo. Una fe que no se traduce en justicia es retórica; una Iglesia que no acoge a los heridos se traiciona a sí misma.
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Los cristianos socialistas riojanos queremos seguir siendo un puente entre dos lenguajes que, cuando se escuchan, se iluminan mutuamente: el del Evangelio y el del socialismo democrático. Creemos en una política con alma, en una fe con compromiso, en una esperanza que se hace práctica cotidiana.
En 2009 hablábamos de autocrítica; hoy hablamos también de reconciliación.
Reconciliación entre la fe y la justicia, entre la palabra y la acción, entre el corazón y la razón. Porque, como decía aquel texto, seguimos creyendo que militar al servicio del proyecto socialista y vivir en comunión con el Evangelio no son caminos opuestos, sino dos formas de servir al mismo bien común.
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