Una de las cosas que hice durante mis años de universitario en Bilbao fue aprender algo de euskera. Me apasionan los idiomas, y disfrutaba estudiándolo ... porque así les contaba a mis compañeros que las primeras palabras escritas en vasco se encuentran en San Millán, y también por fastidiar a Sabino Arana, quien aseguraba que sufría mucho cuando oía «hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano»; Sabino, campeón ibérico en racismo y xenofobia. Yo entendía cuatro cosas, las señales, los carteles y las expresiones sencillas. Una noche nos sorprendió por el casco viejo una de esas manifestaciones por los presos etarras. Había muchas pancartas, pero una era muy larga y como yo la no entendía me la tradujo mi amigo Xabi: «Dice que la izquierda es internacionalista y solidaria con todos los pueblos». Yo no vi una pancarta, vi una contradicción gigantesca que luego he observado muchas veces. ¿Solidarios con un pueblo al que dividen y asesinan? ¿Internacionalista y a la vez levantando fronteras? No había por dónde coger aquello.
La fascinación que siente gran parte de nuestra izquierda con toda clase de nacionalismos es una anomalía típicamente española, y el esperpento se agranda con los que yo llamo «borrokas de interior». Si les dices que no hay cosa más conservadora que apoyar al nacionalismo periférico les fundes el cerebro, empiezan con el derecho de los pueblos y la autodeterminación, pervierten el concepto de colonialismo y acaban dándole vueltas a sus viejas mentiras de siempre como el perro que descubre su cola y gira intentando mordérsela. Por supuesto, desconocen las traiciones del PNV y de Esquerra a esa Segunda República que ellos tanto reverencian; no son gentes de mucho leer.
El nacionalismo es una máquina de llenar fosas con cadáveres, no hay en su ideología un ápice de solidaridad con los humildes; no es de izquierdas defenderlo. Mientras chavales con la camiseta de la hoz y del martillo quemaban contenedores por las calles, en el Liceo se representaba la ópera 'Turandot'. Nessun Dorma, que nadie duerma. Al finalizar, el público se arrancó a gritar 'Llibertad presos politics!' entre un delicado tintineo de perlas, oros y joyas.
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