Pecar con la mirada
LA PLAZUELA PERDIDA ·
Es un dicho aceptado que los extremos se tocan –también los extremeños, según la comedia de Muñoz Seca–, pero cuánta razón tiene el dicho, si ... lo aplicamos a la política. Las extremas derecha e izquierda, históricamente, comparten más de lo que parece: ambas son proclives a las dictaduras, a las que disfrazan con nombres democráticos –república socialista, nacionalsocialismo, democracia orgánica, democracia del pueblo...–. Para mantenerlas, no dudan en instaurar el terror, como Hitler y Stalin, que lo llevaron a límites insospechados, entre muchos otros; los dos extremos practican el culto al jefe, al que adornan con todas las virtudes, aunque sea un miserable; sus élites viven en la abundancia aunque, eso sí, lo hacen por el pueblo, etc.
La historia tiene estas cosas; lo curioso del asunto es que, si lo trasladamos a la actualidad, los extremos se tocan más de lo que parece. En España, sin ir más lejos, la extrema izquierda y la extrema derecha coinciden en algunos afanes: son desestabilizadores del discurso político, no les suelen gustar la moderación ni la sensatez, aman banderas y pancartas y las concentraciones de seguidores. Lo que no podíamos imaginar es que los viejos curas católico-franquistas y los nuevos curas comunistas iban a coincidir en que se puede pecar con la mirada.
En la posguerra interminable, la mirada era causa de pecado, también el pensamiento, y esa mirada pecadora podía llevarte al infierno. Ahora que aquellos años bozales han pasado a la historia, llega la ministra de Igualdad, con sus nuevos curas, y nos dice que estamos volviendo a pecar con la mirada. Sí, mirar a una mujer puede ser delito; no sé si también lo será mirar a un hombre. Parece ser que para que sea delito ha de ser una mirada lasciva, rijosa, pero, digo yo: si miro a una mujer, cómo se sabrá si la he mirado con amor, con admiración, con deseo natural, con deseo obsceno –si es que el deseo puede ser obsceno– o de cualquier otra manera...
Siempre me molestó que el catolicismo franquista quisiera enmendarle la plana a Dios, igual que me molesta que algunos de Podemos quieran enmendar la plana a la sabia naturaleza. Mirar y pensar son dos de las pocas cosas que nos salvan de la soledad rutinaria, de la mediocridad y del aburrimiento. En aquel mi colegio de entonces, el padre rector nos decía que estábamos terriblemente empecatados si mirábamos no se sabía dónde; ahora, los nuevos rectores nos dicen que mirar es delito. ¿Llegará el Gran Hermano a controlar el pensamiento, como adelantara Orwell? Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas, y me temo que en el Ministerio de Igualdad algunos se aburren mucho. Como el diablo.
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