El pavo es un animal torpe y con poco cerebro, aunque no es tan sanguinario como los pollos, capaces de matar a cualquier congénere que ... no sea de su nidada. El pavo es más pacífico y tiene una especial habilidad para hacerse con la comida cuando tiene competencia. En la huerta tengo unos pollos y un pavo, juntos desde que nacieron. El pavo, pavipollo aún, tiene la mala costumbre de volar, de vez en cuando, por encima de la alambrada y hacer fechorías. No es como los tordos o los mirlos, que picotean alguna lechuga o espinaca –con eso ya se cuenta–; cuando el pavo escapa se come todas las escarolas o, como hizo ayer, todas las borrajas recién nacidas. Mi primera intención, tras estos desastres hortícolas, es comer pavo relleno, pero siempre le perdono. Es lo mismo que ocurre con la política: un partido te decepciona, pero vuelves a votarlo, creyendo eso de «en el país de los ciegos...». Ya lo dijo muy gráficamente un entrenador del Real Madrid: «Después de un mal partido del domingo, quito a todos la titularidad, el lunes quito a ocho, el martes sólo a cinco, el miércoles a tres... y el domingo siguiente vuelven a jugar los once cabrones de siempre». Tenía su gracia aquel entrenador. Fue el mismo que dijo: «Es más fácil ver volar un cerdo por encima del Bernabeu que verme a mí rectificar».
Esto de rectificar, que viene a ser lo mismo que decir que se va a hacer algo y luego no hacerlo, nunca había estado tan de moda como en la política reciente. Es proverbial la habilidad del presidente Sánchez para decir que va a hacer algo y, después, no hacerlo; lo malo es que le han surgido imitadores, de distinto color, por diversos lugares de la geografía nacional. Incluso aquí, como he leído en nuestro diario LA RIOJA: la marcha atrás, por ejemplo, que ha dado el Gobierno riojano, en sólo diez días, en las restricciones impuestas a la hostelería con motivo de la pandemia. No entro en si está bien o mal la rectificación, ese no es el asunto, sino en la facilidad con que se utiliza el «donde dije digo, digo Diego»; podemos recordar, por ejemplo, la cantidad de nuevos contratos que se iban a hacer en Sanidad y Educación, lo que iban a bajar la ratio de las aulas... o cualquier otro ejemplo que se les ocurra. Ya sabemos que rectificar es de sabios, pero es mejor tener sabios en los gobiernos, consejerías o entre los asesores, para no tener que rectificar tanto.
Creo recordar a un antiguo político a quien, tras decir y no hacer lo dicho, alguien llamó 'el Pavo', porque suponía que no pasaría de Navidad. No recuerdo si llegó o no a comer el turrón pero, hoy en día, todos los que dicen que van a hacer algo y no lo hacen, seguro que llegan a Navidad. Mi pavo... también.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión