«La osadía de los tontos es ilimitada y su capacidad para arrastrar a las masas, insuperable»George Bernard Shaw
Nos despertamos ayer con la ... noticia, nada sorprendente por otra parte, de que Donald Trump y su esposa Melania han dado positivo por coronavirus. Sin duda, nos puede pasar a cualquiera y, desde luego, no debe ser motivo de alegría. Quien desea el mal ajeno casi, casi tanto como el bien propio, no deja de ser un envidioso patológico con tendencia a la psicopatía.
Durante semanas el emperador del mundo negó la pandemia, minimizó sus efectos y desde su imperio televisivo se encargó de propalar falsas noticias con las que engañar o, al menos, confundir a los estadounidenses. Se negó a llevar mascarilla, inició un tratamiento experimental con cloroquina sin ningún rigor científico, recomendó ingerir lejía –en días posteriores crecieron exponencialmente los casos de intoxicación–, inyectar «desinfectante» en los pacientes para poder «limpiar los pulmones» e, incluso, sugirió combatir el COVID con haces de luz, por que el calor mataba al «virus extranjero».
El peligro no radica en las extravagancias del inquilino de la Casa Blanca, sino en que alrededor del treinta por ciento de los norteamericanos solo reciben información a través de su imperio mediático.
En España, por desgracia, sigue habiendo políticos, periodistas y hasta medios de comunicación que le ríen las gracias a Trump e, incluso, le hacen de palmeros. Y es que cuando los necios cogen una linde, la linde se acaba pero los necios siguen.
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