Seguro que al leer este título casi todos visualizan unas cifras: el siete, el trece, el cuatro.
Yo creo que ya les he referido en ... alguna ocasión lo que me contestó mi hija Marina al hacerle esta pregunta cuando tenía cinco años y empezaba a conocer las Matemáticas. Sin pensárselo dos veces me respondió que el cero. A mí me sorprendió bastante y le argumenté que el cero no valía nada. Ella replicó que es el primero y que sin éste solo se podría contar del uno al nueve. Continuó explicándome, a mí que soy de letras puras, que se necesita el cero para ir del nueve al once, y que si tienes una piruleta y le pones un cero tienes diez y si le pones dos ceros llegas a cien piruletas. Y así hasta donde se quiera, incluso naturalmente hasta poner un negocio de golosinas.
El caso es que yo desde entonces le tengo mucho cariño y respeto a ese número redondo, valga la redundancia, y siempre que puedo lo reivindico. Lo sitúo a la derecha, eso sí.
Y resulta además que este año 2020 casi entero lo hemos pasado contando. Por desgracia hemos tenido que seguir con atención y con miedo las cifras de contagios por COVID, de personas fallecidas y de otros porcentajes nada agradables. Y así seguimos, se acaba el año y el telediario cada día se abre con unas retahílas numéricas que influyen sobre nuestros movimientos, proyectos y anhelos.
Así que en todas las casas estamos haciendo o deshaciendo planes pendientes de las noticias. En mi familia llevamos varias semanas pensando en cómo nos podemos reunir sin correr riesgos innecesarios. Somos cinco hermanos y por primera vez no vamos a pasar la Nochevieja juntos. Estamos dispuestos a sacrificarnos y tenemos la esperanza de que el año que viene podamos reunirnos e incluso es posible que aumente la familia porque mis sobrinos y sobrinas ya empiezan a incorporar a sus parejas.
Pero la responsabilidad de la sociedad no será suficiente y me viene a la cabeza ese número talismán de Marina. Así que ya que mis hermanos y yo nos vamos a portar bien les pido a los gobernantes que ellos también hagan los propio. Que se deben aprobar presupuestos, cada día, con muchos, muchos ceros. Y aunque no nos podamos reunir físicamente ese día me acordaré de todos ellos. Pensaré en lo importante que son los servicios públicos para familias como la mía. Me acordaré de mi cuñado Pepe Luis y su trasplante de riñón y de lo valiosa que es la sanidad universal. Me acordaré de mis hijas, mi yerno, mi sobrino Sergio y mi cuñada Susana que son profesores y necesitan inversión en la enseñanza pública. Me acordaré también de la generación de mis padres y de mis suegros y en que alguien deberá evitar que las residencias de ancianos sean un negocio lucrativo.
Y para que no digan que sólo me acuerdo de los míos también tengo en mente a otras familias, por ejemplo a la del jefe de Estado, para que pague impuestos y deje de tener privilegios con el dinero de todos.
Como ven, mi hija Marina es muy sabia y el cero es el número más necesario en tiempos difíciles, pero, dicho sea de paso, se necesita voluntad y valentía para añadirlo donde haga falta.
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