El nieto del Marrullo

Pero a pesar de esto, es grato reencontrarse con los vecinos. Especialmente si me hablan de mis padres. El otro día, por ejemplo, fui a afilar un cuchillo y a hacer una copia de llaves. Es un comercio al que acudo con frecuencia porque el joven propietario me trata con mucho cariño. Mientras me atendía le pregunté por su abuelo y me explicó que estaba perfecto a pesar de su edad. Era muy amigo de mi padre, los dos eran porteros del Club de Fútbol Baza. Y como ya les he comentado alguna vez, no eran los que paraban los goles sino los que cortaban las entradas.

El muchacho y yo nos sonreímos recordando, por ejemplo, la ocasión en que los dos viajaron con el equipo de fútbol a un hotel en Marbella, para encargarse del material deportivo, y compartieron habitación. Era la primera vez que iban a un lugar tan lujoso y no fueron capaces de encender la luz ni de bajar el aire acondicionado. Así que pasaron una noche de perros, a oscuras y con un frío polar. Mi padre comentaba que si les volvían a invitar, ellos se irían a una pensión aunque tuvieran que pagarlo de su bolsillo.

El negocio de Ramón, que así se llama el nieto del Marrullo, es próspero y siempre hay clientes. Está casado, tiene dos hijas y estoy segura de que a su familia no le va a faltar de nada.

Es un contraste con los establecimientos que en el pueblo, año tras año, echan el cierre. En muchos casos porque es imposible competir con la compra por internet.

Los gobiernos locales, autonómicos o estatales deberían tomar medidas para revitalizar ese comercio que agoniza y que es el alma de cada ciudad.

Hay gente que se alarma con la llegada de extranjeros a nuestro país y, sin embargo, no repara en el daño que hacen las plataformas como Amazon.

Nadie ignora que sus ingentes beneficios provienen de explotar a los trabajadores y trabajadoras. Además, y dicho sea de paso, apenas si pagan impuestos en España.