En uno de los pasajes del último libro de Pérez-Reverte, el Cid se ve obligado a servir como mercenario para el rey moro de ... Zaragoza y se aventura en una campaña sombría por los campos de España luchando contra señores y reyezuelos que buscan ensanchar las fronteras de sus territorios. En plena campaña bélica, el Cid se ve rodeado por aragoneses, navarros, francos (de Barcelona) y leridanos, que por entonces eran otra taifa musulmana; hace mil años de aquello y en eso andamos igual.
La simple pretensión de nuestros actuales gobernantes de conceder a Cataluña la categoría de nación y de afirmar que España es un estado plurinacional es de una temeridad suicida además de un insulto para este país nuestro que se desangra por las ambiciones de reyezuelos con escaño; además será la puntilla para el resto de regiones que, paradójicamente, han sido durante siglos las más leales con el resto de sus compatriotas.
Si Cataluña es una nación ¿lo es el Valle de Arán? ¿Y Canarias, Andalucía, León, qué son?, o mejor dicho, ¿qué somos? Agarrarse a las faldas de la Historia y deshilacharla hasta el absurdo dinamitará la convivencia, porque razones históricas para declararse territorio soberano las tiene aquí hasta el Islote de Perejil.
La Rioja, cuna de Reyes de Nájera, tierra de los Banu Qasi y territorio del nebuloso Reino de Viguera, ¿será entonces otra nación dentro de ese loco puzzle? Tenemos tantos motivos o más como los que esgrimen Cataluña y el País Vasco, salvo que eso no importa un carajo porque el único elemento diferencial es la posesión de más de una lengua oficial.
Lo dijo el político argentino Domingo Faustino Sarmiento: «Hombre, Pueblo, Nación, Estado: todo está en los humildes bancos de la escuela». Ahí, desde las pizarras, esta banda de insensatos ha ido inoculando el virus que corroe la salud de España. A Sarmiento, que era también escritor, docente y periodista, lo llamaron 'El Loco' cuando no podía estar más cuerdo.
Nos obligan a pelear entre nosotros como mercenarios al servicio de nuestro señor feudal, y el Cid, si viviera hoy, repetiría la frase que dejó para la historia Estanislao Figueras: «Señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros».
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