La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay, Dios...narra la canción de Rubén Blades. La vida da sobresaltos inesperados, pero el ... más terrible es que te sorprenda con aquel que tú mismo has propiciado pensando que jamás te ocurriría a ti. Eso les ha pasado a Francisco Olivera, ciudadano estadounidense, y a su esposa Cynthia, procedente de Canadá, que tras más de 20 años en EE UU donde ha trabajado, pagado impuestos y parido a sus tres hijos, los agentes de inmigración la han detenido para deportarla.
Publicidad
En la campaña electoral, Donald Trump prometió la expulsión masiva de todos los delincuentes inmigrantes que se habían colado en EE UU. A los Olivera la idea les pareció fantástica. Compraron esa medida maravillosa con igual ilusión que quienes creyeron que los inmigrantes de Springfield (Ohio) se comían las mascotas de sus vecinos. Así que míster Olivera votó a Trump entusiasmado. Sin delincuentes no habría delitos y todos vivirían felices en unos EE UU de cuento de hadas. También votaron masivamente a Trump el colectivo de venezolanos encantados por sus críticas a Maduro. Lo que jamás imaginaron ni los Olivera ni los venezolanos es que para el sheriff Trump, delincuentes son aquellos señalados con el dedo de su odio. Da igual que no tengan una multa de tráfico ni hayan cometido delito alguno. Hoy el marido de Cynthia y los familiares de cientos de venezolanos que han sido deportados, esposados y sin contemplaciones legales a las cárceles que Trump ha alquilado al presidente de El Salvador, han pedido que les devuelvan su voto. Demasiado tarde.
En nuestra querida España, Santiago Abascal anda fascinado con Trump. Ambos añoran el mundo de ayer, no entienden el mundo de hoy ni los desafíos de un tiempo que cambia a velocidad de crucero. Trump añora el siglo XIX del colonialismo y los aranceles, Abascal todavía mira más atrás. Como pensar es agotador, y más con estos calores, le ha copiado la idea de las expulsiones masivas. La cifra de inmigrantes a expulsar la han calculado a ojo de buen cubero, millón arriba, millón abajo, ¡qué más da! Lo importante es que España volverá a ser España, eso sí, una España en la que parece que solo caben ellos. Total que en san Fermín, Vox anunció su compromiso de expulsar a 8 millones de inmigrantes y a sus familias aunque estén nacionalizados. Ante el susto que se llevaron los empresarios de la construcción, la agricultura, la hostelería, las residencias de ancianos, paquetería, limpieza y múltiples sectores y subsectores, han aclarado que la cifra exacta nos la dirán cuando lleguen al Gobierno con Feijóo y los cuenten con exactitud. Hoy los de Vox están ocupados en insultar y patalear en el Congreso, algo más importante que pensar propuestas de futuro para una España en la que todos quepamos aunque no pensemos igual.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión