En una canción de Bob Dylan, el ayudante del sheriff ha sido baleado y clama llamando a las puertas del cielo. El agonizante se aferra ... a la esperanza. Desde niños hemos creído que el cielo, exista o no, es una metáfora que combate el desaliento y la angustia cuando todo parece perdido. Pero en el mundo de hoy, que en los últimos tiempos han enterrado la legalidad internacional y sacralizado la crueldad de la ley del más fuerte, hay demasiados seres humanos viendo a diario cómo se abren ante ellos las puertas del infierno. Han sido empujados a lo más profundo del averno donde sólo habita la desolación. Hay muchos infiernos y son muchos los que saben que la muerte no es el peor de ellos. Es más aterrador ser superviviente tras haber visto la agonía de tu niño a causa del hambre y la sed, el disparo que se ha llevado a tu madre, la bomba que ha destruido a tu familia... ¿Para qué sobrevives? Seguramente para llorar y odiar hasta que se abra la puerta de otro infierno bajo tus pies o, si fuera posible, bajo los pies del otro, de tu agresor. Hay demasiados infiernos que parecen eternos y que terminamos por ignorar. Ahí están los habitantes de Ucrania y Gaza clamando para que no los olvidemos.
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Todo esto nos queda lejos, podemos hablar de las muchas desgracias que ocurren a nuestro alrededor, justifican muchos. Es cierto pero lo es porque creemos que la guerra nunca llamará a nuestra puerta. Y entonces, en medio de nuestro insolidario egoísmo, recibimos un aviso de Putin. Durante la noche del martes al miércoles, unos veinte drones rusos violaron el espacio aéreo de Polonia, es decir, nuestras fronteras de la Unión Europea y de la OTAN. El primer ministro polaco, Donald Tusk, cree que la posibilidad de un conflicto militar está «más cerca que en cualquier otro momento desde la Segunda Guerra Mundial». Polonia ya padeció la brutalidad de Hitler y de Stalin, el dolor por los muertos de aquellos infiernos todavía impregnan la memoria de los polacos. Horas antes, Netanyahu bombardeó la capital de Qatar, país donde se iba a negociar una salida para los rehenes y un alto el fuego. Los líderes de Hamás no han muerto pero todo ha saltado por los aires. Los desafíos de Putin a Europa y la OTAN y el ataque a Qatar, aliado de Estados Unidos, demuestran la inestabilidad en la que vivimos todos, españoles incluidos, y certifica la influencia menguante de EE UU pese a la propaganda de Trump. Parece que tanto Putin como Netanyahu toman a Trump por el pito del sereno. Lo peor es que Europa no tiene una voz propia ni ante Rusia ni ante Israel. Si no hay unidad no hay fuerza negociadora para nuestra vieja Europa. Romperla era el objetivo de la ultraderecha que siempre fue antieuropea. Lo han conseguido. Dividida la UE no sólo es irrelevante sino que puede arder en su propio infierno.
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