Entre Visillos

Obispos herejes

Ver a Santiago Abascal es como encontrarse con un Abderramán III renacido. Perdón, un Abderramán III no puede ser porque era rubio rojizo y de ... ojos azules, su madre fue una cristiana de la familia real de Navarra. Pero el toque árabe de Santi es indiscutible aunque él a lo mejor desconoce que los españoles de hoy somos hijos de todos cuantos poblaron nuestra tierra siglos atrás.

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Estaba Abascal arreglando su barba califal frente al espejo cuando escuchó: Donald Trump ha ordenado desplegar la Guardia Nacional en Washington DC y poner a la policía de la capital bajo su mando directo para «liberar» a la ciudad de los criminales y gentes sin hogar que la han invadido. Los habitantes están perplejos, sospechan que va a militarizar las ciudades de mayoría demócrata para conseguir doblegarlas. Una decisión sin precedentes que puede vulnerar la Constitución. Para Santi esos detalles eran minucias de zurdos. ¡Ojalá fuera tu ministro del Interior, Donald! ¡Qué buena pareja haríamos!, soñaba Santi con un poco de envidia.

Pero Santiago estos días vagaba «perplejo y entristecido ante una parte de la jerarquía eclesiástica». Se siente un católico incomprendido. Este estado de ánimo se remonta a una moción aprobada por el pleno municipal de Jumilla prohibiendo el uso de instalaciones deportivas para rezar, durante dos días al año, a los musulmanes que viven allí. Desde 1978, vivimos en un estado aconfesional que protege el principio de libertad religiosa que, por otro lado, está reconocida por la Carta Universal de los Derechos Humanos. Los obispos le han recordado a Vox que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia defiende ese derecho y que impedirlo no es propio de una democracia. En España vivimos en una y sabemos que la práctica de otros cultos sólo la persiguen las dictaduras y aún quedan muchas en el mundo, incluidas las islámicas. El arzobispo de Tarragona, ha sido claro, «un xenófobo no puede ser un verdadero cristiano» y el cardenal Cobo, apela a humanizar la convivencia: «Una procesión católica o la fiesta del cordero no son una amenaza a nada ni a nadie».

Santi está irritado y achaca estas aseveraciones a que el Gobierno liberticida tiene a la Iglesia amordazada por «los ingresos públicos que obtiene» para «el sostenimiento de estructuras» como Cáritas y por «los casos de pederastia». Abascal ha visto la paja en el ojo de la Iglesia. Él que lleva toda su vida laboral viviendo de los chiringuitos políticos y las paguitas públicas reprocha a la Iglesia su postura como si fuera un zurdo de mierda. Y por si fuera poco, a él que es más católico que el Papa y por eso se quedó en el Concilio de Trento, van estos obispos subvencionados y le atizan con las resoluciones del Vaticano II. Está claro que estos obispos deben ser herejes. ¡Qué vuelva la Inquisición!

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