Entre visillos

McCarthy ha vuelto

Umberto Eco, en 'El nombre de la Rosa', inventa un diálogo sobre la risa entre Guillermo de Baskerville (Sean Connery) y Jorge de Burgos. El ... franciscano respira humanismo y el benedictino un catolicismo intolerante. Jesús no reía, las Escrituras no lo afirman, sólo los tontos se ríen, dice Jorge irritado. Los monos no ríen, sólo lo hacen los humanos y las Escrituras no niegan que Jesús riera, argumenta Guillermo. La risa es para Jorge un invento del diablo que mata el miedo y la fe en Dios al que cuestiona desde la duda negando la autoridad de su Iglesia (de cualquier autoridad). Guillermo defiende lo positivo de reír y dudar. Yo también creo que reírse, incluso de uno mismo, es síntoma de inteligencia. Los autócratas no se ríen, al contrario combaten el humor, la sátira o la ironía ya que sólo ven críticas y conspiraciones. Cuando la gente no sabía leer una simple viñeta era tan eficaz que los gobiernos censuraban la prensa satírica. Humoristas, payasos y prensa siempre fueron objetivo de los represores.

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McCarthy y su caza de brujas de los años 50 han vuelto. Trump no soporta ni una sola idea que no salga ni entre en su cabeza. Todo en él son amenazas. Advirtió que Gaza sería un gran resort turístico y el ejército israelí ya le ha explanado el solar. Coacciona a fiscales, jueces, países aliados, extranjeros, opositores, universidades y científicos mientras habla de libertad. Ha demandado a The New York Times, a The Wall Street Journal y atacado a humoristas de televisión. Primero señaló a Colbert, de la CBS y después a Jimmy Kimmel, de la ABC, propiedad de Disney. Ambas cadenas han doblado la rodilla ante el emperador y los han despedido por miedo. Imaginen a los habitantes de un pueblo de Iowa o de Misuri gritando contra Trump, como en España: «Pedro Sánchez, hijo de puta» y verán al séptimo de caballería llegar tan rápido como en las películas. Trump ya lo ha hecho en Los Ángeles y Washington. Pero claro, España es una dictadura y los Estados Unidos de Trump son el paraíso de la libertad.

A Trump no le importa el interés general de los ciudadanos sino el de los millonarios que lo enriquecen. Vamos camino de la Edad Media y no exagero. Mientras la democracia americana se resquebraja, Trump cosecha otro éxito en la Europa que odia y a la que sus lugartenientes debilitan. Pisotear la primera enmienda de la Constitución de los EE UU, la libertad expresión y prensa es recorrer la senda de otros autócratas que, como la historia demuestra, jamás soportaron ni el humor ni la crítica. Se respira el mismo aire de los años treinta del siglo XX. Entonces la mayoría social, las buenas personas callaron y toleraron. Luego no hubo remedio y pasó lo que sabemos. Vivimos tiempos de fanatismo y crueldad pero nadie nos puede impedir pensar ni tampoco reír, al menos, de momento.

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