Mientras media España arde, los ciudadanos, entre angustiados y estupefactos, vemos a los políticos quemar la democracia. La gente de a pie estamos hartos y ... algunos creen que la democracia nacida en 1978 ha fracasado. Este es el drama actual que se suma a los graves incendios que arrasan nuestros pueblos en Galicia, Castilla y León o Extremadura. La inversión en insultos y el abandono de lo importante hace que el ciudadano reniegue de la política.
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Un día, los españoles votaron por un estado descentralizado en el que las comunidades autónomas serían el eje de nuestra organización territorial. Se apostó por la proximidad como mejor método para la resolución de problemas. Quien vive en el territorio es quien mejor conoce sus necesidades y sus carencias. Las comunidades nacieron con esperanza, eligieron presidentes que exigían cada vez más competencias y más dinero para mejorarlas. Fue el tiempo de construir. Hoy la miopía política ha dado paso a un tiempo que puede destruirlo todo. Los políticos actuales creen que culpar al adversario los fortalece sin ver que sólo pierde la democracia. Esta política rastrera comienza a ser un suplicio para el ciudadano que se siente estafado. Echar la culpa al gobierno del Perro Sánchez de todo lo que ocurre en España es como el bálsamo de Fierabrás que todo lo curaba pero nadie sanaba. Así que con ese remedio no sólo arden los montes sino la paciencia. La colaboración institucional necesaria en un estado descentralizado como el nuestro ha saltado por los aires. Es obvio que el estado central debe ayudar en las catástrofes con todo lo que pueda como ha hecho con la UME y gestionando ayuda internacional, faltaría más. Pero seamos serios, si cada vez que pasa algo ningún presidente autonómico asume su responsabilidad y la culpa la tiene el Perro, la pregunta es sencilla: ¿para qué queremos un estado descentralizado? Si los presidentes territoriales solo sirven para ir a las fiestas de los pueblos, ¿no sería mejor recentralizar las competencias? No lo creo pero ese es el camino que nos muestran. Otro ejemplo, muchas Comunidades están bajando impuestos a los más ricos, que seguirían viviendo igual aunque los pagaran, pero escamotean dinero para prevenir incendios en invierno o mejorar las condiciones laborales de los bomberos forestales.
Esta forma infame de hacer política rompe la paciencia de la gente que reniega de una política inútil para mejorar sus vidas y sus pueblos. Votos debe dar pero no a los partidos garantes hasta hoy del sistema democrático español sino a los que niegan los verdaderos problemas mientras inventan los que no existen. Este empeño en incendiar la vida pública hace tiempo que resulta insoportable. O la política vuelve a ser cercana y fresca o la democracia morirá en la banalidad del insulto.
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