El 'maletilla' que triunfó como guionista

CRÍTICA DE ARTE ·

Miércoles, 16 de febrero 2022, 01:00

La exposición 'Entre nosotros, Rafael Azcona', visitable en la biblioteca municipal del mismo nombre hasta el día 28 de febrero, pretende acercar a los ciudadanos ... la figura del guionista, escritor, poeta, novelista, pintor y aficionado a los toros logroñés.

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Con tal propósito, se ha reforzado con juego de 'escape room', taller de creación y club de lectura; aunque lo verdaderamente sustantivo son las visitas guiadas por el Prof. Sánchez (D. Bernardo); en las que podría haber intervenido el Prof. Azofra (D. Pedromari), quien profundizó en la afición que para Azcona fue manantío de literatura castiza y giros coloquiales. El plausible empeño de los munícipes en que no se pierda el legado de Azcona hace que, periódicamente, se le vayan dedicando homenajes. De lo que, en buena lógica, debería derivarse la lectura de las obras de quien si no se dedicó más a la novela fue porque le tumbaron la presentada al Premio Nadal. Aun así, la Biblioteca que lleva su nombre se gloría de poseer, bien custodiada, la biblioteca personal del autor, en sala abierta al público a efectos de consulta.

¿Qué nos vamos a encontrar en dicha exposición? Sus hitos más importantes: origen, inquietudes de juventud, trabajos para teatro y televisión, y sus novelas. Todo a través de paneles y vitrinas-expositor; un vídeo, filmado por Jesús Rocandio, en el que nuestro personaje monologa a corazón abierto; y un folleto gratuito con textos de D. Bernardo, ilustrado con fotografías de su archivo personal.

Considerando que la primera 'vocación' de Azcona fue la de torero, y aprovechando que en alguna crítica he razonado por qué debiera aumentarse la estatuaria en calles y plazas de Logroño, dado el carácter jocundo de la celebridad no estaría de más que se plantase una, de estilo figurativo, representándolo vestido de torero, pese a que sus palmarios triunfos los obtuvo en otra profesión. Él dijo que vestido de torero «sería un personaje valleinclanesco de 'El Ruedo Ibérico', pero reflejado en los espejos del callejón del gato. O sea, como una figura grotesca». Pero donde las dan las toman. Estatuado de torero, con un pincel en una mano y un libro en la otra, sería el mejor homenaje póstumo a quien, hijo de sastre, cortó los mejores 'trajes' (criticó, despellejó) a determinados individuos. Un monumento a su sentido del humor y a su desprecio a la pedantería.

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A fin de cuentas, lo suyo eran esas paradojas que nos hacen sonreír en las tertulias (urdidas para 'pegar el mundo roto con saliva'), en el cine y en los libros. Ocurrencias súbitas, que en psicología se llaman 'reacciones de ajá', fruto de la inspiración repentina, de la pirueta mental, tras las que había mucha erudición y lúcida observación.

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