Mágico González siempre llegaba tarde a los entrenamientos, así que el Cádiz asignó a una persona con la única misión de ir a su ... casa cada mañana para sacarlo a rastras de la cama; el propio David Vidal tuvo que acudir muchas veces a despertar al genio salvadoreño. Tiempo después el entrenador argentino Héctor Veira mandó a un grupo flamenco a montar bulla bajo su ventana para que el futbolista despegara los rizos de la almohada. «Me levanto, pero sólo porque me gusta la música», dijo Mágico al oír el alboroto. Son pocos los elegidos que logran hacer un arte de sus impuntualidades. Es el caso de Mágico, del que Netflix ya está tardando en hacer una serie. Los guionistas de Hollywood deberían conocer a la singular pareja David Vidal - Mágico González; estamos perdiéndonos un éxito en el género de la comedia surrealista.
Yo perdono siempre todas las tardanzas, pero hay una que tengo atravesada. Se trata de 'El nombre del viento', un libro que llevo diez años queriendo leer pero que no puedo abrir porque estoy esperando a que el autor termine la trilogía. Una década. Diez años con el libro en la estantería mientras Patrick Rothfuss dice que ya, que sí, que está en ello. A veces creo que no acabará la historia y yo no empezaré nunca 'El nombre del viento', y entonces el libro y yo nos miraremos por siempre como se miran los espadachines en las viejas películas de aventuras.
España es tierra de impuntuales, las antípodas de lo que ocurre en Japón, donde el director de una compañía ferroviaria tuvo que comparecer para disculparse porque un tren había partido 25 segundos antes de su hora: «Este gran inconveniente que hemos causado a nuestros clientes es inexcusable». Reverencia. Silencio. Fin de la rueda de prensa. En una reciente convocatoria que empezaba con retraso me puse a charlar con una compañera de la radio. «No llega. Es que siempre viene tarde», le dije. «Pues en mi época, cuando pasaban diez minutos y no habían empezado, todos los periodistas nos marchábamos». Yo, que perdono todas las impuntualidades menos las literarias, me quedé con esas palabras en la cabeza, sonreí y pensé en aquellos tiempos legendarios en los que esta profesión sabía hacerse respetar.
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