Entre danas, gazas, carreteras, infartos, asesinatos, calendarios, adicciones, gripes, oposiciones, amores tóxicos y vocaciones equívocas es prodigioso que salga el sol cada día y cada ... día sea recién nacido. Cosas de la vida a pesar de la constante muerte que acecha y deja tan solos a los muertos. Solos y hechos puro hueso, indefensos, transparentes, anaerobios como los que pisaron milenios ha el entrañable cerro calagurritano de Sorbán. Y encima ahora les roban la puerta.
Publicidad
El sugestivo yacimiento arqueológico data de la Edad del Hierro y casi desde entonces ha sufrido progresivas oleadas de robos. Si Indiana Jones convertía el arca de la alianza en nido de nazis sin perder la boina, el sudor de los arqueólogos currantes acariciando una lasca bajo el sol de los agostos calagurritanos exige admiración y respeto. Queda en el aire una chispa de ironía ante lo que pueda ocurrir si alguien allana el territorio. Lleva miles de años sin fiarse de nadie, encaramado en el montículo, afianzado tras una torreta, con los drones analógicos de pedradas y cacerolas ardientes listos, con fosos y antefosos, vigilando el entramado de sus casas de piedra y adobe, desconfiado hasta los huesos y ahora cualquiera se le puede colar ¿Okupas?
Es un castro de pequeñas dimensiones, amurallado en origen por la persistente inseguridad de los pueblos de la zona. La Asociación Amigos de la Historia de Calahorra avisa de que esa inseguridad persiste y reclama la adecuada atención del Ayuntamiento de Calahorra y de la Consejería de Cultura de la Comunidad Autónoma de La Rioja. Dirán que ellos no han sido. Los primeros restos se descubrieron en los años 70 del pasado siglo bajo la gravera que dejó el tren de vía estrecha Calahorra-Arnedillo. Quizá cabía la esperanza, por turno de alusiones, de que apareciera algún pariente de Atapuerca. Qué romántico planteamiento, los trenes como lanzaderas al tenebroso pasado. De momento, para compensar, el yacimiento de Sorbán queda a unos pasos de la laguna del mismo nombre que riega las mejores coliflores, espárragos, pimientos, peras y vegetales varios del único 'Museo de la Verdura' que hay en España.
Qué bella es la vida. Con eso y algún almendro decorando la inminente primavera para qué recordar Gaza y barruntar la arqueología que seremos. Ucrania. Congo. Emigración. Calentamiento global. Se multiplican las hectáreas de tierra que recogen dolor y miedo. El miedo es mercado, bolsa madre de millonarios y harapientos, el miedo es oro en seco o mojado en rojo, negoción, tierra rara fértil en todos los países.
Publicidad
Da miedo que los derechos humanos certificados por constituciones y leyes se muevan y zarandeen. El miedo descalcifica los huesos y columnas que sostienen la convivencia y el bienestar tan duramente logrados, democracia en vías de arqueología.
Como preaviso un ogro norteamericano ha robado una valla, con consentimiento y sometimiento –¡tiembla Groenlandia!–, al borreguito de Kiev. Va de pela y del 50% del «déjame entrar, que yo me haré lugar». Caja libre. Europa se desvalija y encoge por el este, el hígado del presunto edén.
¡Oferta especial!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión