Desde el punto de vista estrictamente racional, yo nunca he sido monárquico porque la propia institución me parece anacrónica y ajena a los ideales democráticos ... pero, contemplando otros aspectos distintos de los puramente intelectuales y teóricos, cada vez tengo más dudas acerca de la monarquía.
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Para empezar, constato con cierta sorpresa que, en Europa, que es tanto como decir en el mundo civilizado, la mayoría de los países más avanzados, democráticamente más consolidados, con mejor nivel de vida, con más conquistas sociales y con más libertades, son monarquías constitucionales estables y apreciadas por los ciudadanos.
Por otra parte, resulta que, al menos en España, el Rey es una persona que ha hecho una carrera profesional larguísima en la que se le ha preparado minuciosamente para cumplir con sus funciones. Habla correctamente varios idiomas, es culto, conoce las fuerzas armadas, la universidad y está imbuido de las ideas de respeto a la Constitución, neutralidad en la política y moderación de las disputas. Es decir, que podríamos pensar que ha seguido y aprobado la carrera de rey.
En ese punto me planteo con horror la idea de que si en España, en lugar de tener como jefe del Estado un rey preparado desde la infancia para ejercer esa alta responsabilidad y, sobre todo, para permanecer en la más estricta y exquisita neutralidad sobre el juego político, tuviéramos un presidente de la República. Un cargo al que estarían llamados o un payaso sectario a sueldo de la dictaduras bolivarianas como Zapatero, o un ser soberbio, antipático y dogmático como Aznar, o un tipo narcisista, con arrebatos de dictador, inculto y corrupto como Sánchez, de modo que el jefe del Estado sería un claro factor de división y perturbación de la escena política, como en su día lo fueron algunos presidentes de la II República.
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De hecho, en los últimos 200 años, el periodo más fecundo, próspero y democrático de la historia de España se ha producido bajo la Constitución de 1978 y la monarquía de Juan Carlos I y su hijo Felipe VI, quien, con una magnífica preparación para el cargo y un talante inmejorable, es un ejemplo para todas las monarquías de Europa. Alguien que, colocado en mitad de la tormenta que han provocado la incompetencia y la corrupción de los políticos, se ha mantenido impecablemente al margen y ha ejercido sus labores de moderación e imparcialidad y representación de España con enorme dignidad. Así que, en resumen, en un país como España y en este momento, creo que deberíamos considerarnos afortunados de tener un rey como el que tenemos, porque con Aznar, Zapatero, Sánchez y personajes similares de presidentes no quiero ni pensar hacia dónde iría este país.
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