España quemada

Se acabaron las vacaciones, por desgracia; comienza el curso político y todo sigue igual, o peor

Nada cambia. Santos Cerdán sigue en la cárcel, y eso significa lo que significa, es decir, que la sospecha de financiación ilegal del PSOE es ... sólida. Y Sánchez sigue en la Moncloa, presidiendo con cara de palo, como Pinocho, un país que se le cae a pedazos y se le escapa entre los dedos, como el tiempo que le queda de resistencia en el poder. Y Puigdemont en Waterloo, frotándose las manos sin recordar que Napoleón sucumbió allí y que la extrema derecha catalanista prospera a su sombra como los hongos venenosos. Cuánto más va a durar este circo nauseabundo.

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Quemados bosques y montes, y requemados sus habitantes, víctimas de las malas políticas medioambientales y la criminalidad de quienes arriman la llama interesada al combustible acumulado. Quemados todos, por la ineficiencia administrativa y la incompetencia gubernamental. La naturaleza ya no es lo que era, lo sabemos, pero el cambio climático es la película Disney de nuestro tiempo. Los incendios tienen causas y causantes. Nadie habla de terrorismo forestal. De lo que no se puede hablar, como dijo el filósofo, más vale callar. En efecto. Del fiasco ferroviario prefiero no acordarme. Un plan integral de destrucción no actuaría peor. Qué raro huele todo. A chamusquina, sin duda, y a podredumbre. Qué horror.

Y ahora Bildu, esa benemérita organización del terrorismo pacífico, o del pacifismo terrorista, que cada cual elija sus contradicciones, se encarga del trabajo sucio de Sánchez con sus cómplices de la izquierda catalana. Cómo llegamos a esto. Algún día un historiador futuro logrará explicar con diagramas racionales cómo una banda terrorista que sembró la violencia y la muerte durante décadas se transformó en alternativa de gobierno con apoyo masivo de los jóvenes. Un éxito de la memoria histórica. La lucha de ETA tuvo sentido y el fin perseguido, gracias a Sánchez, está más cerca que nunca.

La patria vasca, sin novelería que tape sus vergüenzas, es una entelequia asequible. Y las otras comunidades, excepto Cataluña, que juega a lo mismo, han perdido la perspectiva nacional. La ignorancia geográfica solo es superada, en el ruinoso Estado de las autonomías, por la ignorancia histórica. Sánchez también actúa de carburante incendiario para la masa descontenta que clama contra la democracia en nombre de valores rancios. En 1936 estas derivas se pagaron caras. Hace medio siglo, muerto Franco, supimos encauzarlas. Hoy los incendios, las inundaciones y el sectarismo amenazan con arrasarlo todo. No aprendemos.

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