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El candidato del partido izquierdista Perú Libre, Pedro Castillo, ha ganado en la práctica las elecciones peruanas cuando faltan por contabilizar unas décimas de punto porcentual de los votos emitidos y su rival, Keiko Fujimori, ya no puede matemáticamente alcanzar a su oponente; pese a ello, los recuentos supervisados por la Junta Nacional de Elecciones retrasarán la proclamación del vencedor unos días, aunque la sospecha de fraude sea muy remota. El riesgo de estas denuncias que no prosperarán es que se incremente la grave polarización que ya ha registrado el país desde que el empate técnico era una realidad anunciada por las encuestas. Pedro Castillo, el primer presidente peruano de origen humilde e indígena y ajeno a las élites limeñas, es maestro y encabeza un partido de izquierda marxista «democrático, descentralista, internacionalista, inclusivo, soberano, humanista y antiimperialista», aunque muchas voces críticas lo tachan de populista y radical. Considerado conservador en lo social, está por ver si Castillo se suma al bloque de las desacreditadas izquierdas del continente —Venezuela, Nicaragua, Cuba— o desarrolla un experimento autóctono, cuya materialización es, por ahora, poco previsible.

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