TODO INCIERTO
Cuenta Tom Wolfe que durante los años de carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética las esposas de los astronautas americanos no temían ... tanto a la muerte de sus maridos como a la incertidumbre, al vértigo de no saber si estaban vivos o muertos; aquellas mujeres convivían sin problema con la fatalidad pero no sabían lidiar con la falta de certezas. En el programa espacial hubo muchos accidentes y casi siempre con víctimas, pero transcurría un tiempo insoportable desde que se producían hasta que sonaba el teléfono de casa, o hasta que desde las ventanas veían a algún oficial serio y trajeado caminando lentamente por aquellas silenciosas urbanizaciones para darles la noticia. Lo cuenta magistralmente Wolfe en el libro 'Elegidos para la gloria. Lo que hay que tener', y detalla que los funcionarios que periódicamente desfilaban por esas calles y que de repente se detenían ante la puerta elegida eran una especie de ángeles de la muerte, y que cuando al fin llegaban y llamaban al timbre de una casa, su «portentoso batir de alas» extinguía todas las incertidumbres.
Aunque nuestra existencia no camine diariamente por el alambre de la vida y de la muerte, el terreno de seguridades sobre el que andábamos en el mundo desarrollado se ha ido desmoronando. Vivimos sobre arenas movedizas, ya nada es infalible, nada es confiable ni seguro más que la absoluta incertidumbre. Igual que el chapapote acaba llegando a la playa, esta falta de certezas ha terminado alcanzando a nuestra clase política, que ha vivido una campaña incomprensible y febril. Yo los oía hablar, los veía debatir y notaba sus nervios ante lo desconocido. Lanzaban frases ansiosas al aire con la desesperación con la que el montañero mueve sus brazos al despeñarse por una pared de piedra. Al menos uno puede consolarse pensando que por fin nuestros representantes sienten esa sombra sobre su prosperidad, la misma que padece cada día el ciudadano de a pie.
Es la hora de la verdad, y el domingo veremos lo que relataba Wolfe. Habrá grises oficiales con urnas en el regazo en la puerta de algún político, y sabremos no tanto quién pone sus pies en la luna, sino sobre todo, quién se queda en el camino.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión